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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
En la síntesis sustanciosa y tersa de 1921 hay otro
mérito cardinal y es su exaltación de los valores espiritua-
les de la raza y la cultura quechua, el sugestivo análisis de
la poesía y los mitos indios, su interpretación del Ol1an-
tay -que llevado de su entusiasmo retrae hasta el siglo
X1J11, y, a la postre, a una leyenda prehispánica- y su in-
terpretación de la arquitectura incaica: "manifestación de un
pueblo grave, probo y triste que no aspiraba a deslumbrar
con apariencias engañosas como el estilo yunga, sino a im-
ponerse con la extraordinaria robustez de la planta y los
materiales y la prrmorosa paciencia de la ejecución". En
estas admirables páginas de Riva-Agüero están acaso las
más sutiles 110tas del historiador con alma de poeta que ha-
bían destellado en el elogio de garcilaso cuando dice que
en el arte indígena predominaron "la ternura sollozante y
la ingenuidad pastoril" o cuando en el tono majestuoso y
señoril que le era peculiar, dice con robusta elocuencia:
"Esquiva y tradicional, esta raza, más que ningun otra,
,)osee el don de lágrimas y el culto de los recuerdos. guar-
diana misteriosa de tumbas, eterna plañidera entre sus re-
cuerdos ciclópeos, su afición predilecta y su consuelo acerbo
consisten en cantar las desve1lturas de su historia y las ínti-
mas penas de su proPio corazón. :Jodavía cerca de Jauja,
en el baile popular de los Incas las indias que representan
d coro de princesas (ñustas) entonan, inclinándose con ex-
quisita Piedad sobre 'J-luáscar, el 'monarca vencido: "Enju-
guémosle las lágrimas y para aliviar su aflicción llevémosle
al campo, a que aspire la fragancia de las flores".
'J-lasta 1921, poco más o menos, Riva-Agüero es en
lo. historiografía peruana el iniciador y sostenedor de la co-
rriente garcilasista y de los tóPicos recogidos más tarde por
el indigenismo romántico: mansedumbre de las conquistas
incaicas, antiespañolismo, rechazo de la obra toledana,
qttechuismo del 1ncario.