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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
En ese librito escrito e impreso en España, confieso de
paladina manera "la efectividad y prosperidad de la civi-
lización incaica". Literalmente la proclamo verdadera, si
bien incompleta, civilización autóctona (págs. 13 y 50).
En él me detengo a explicar las hermosuras de la mitolo-
gía y el folklore de los indígenas o aborígenes (págs. 17
a 48), Y señalo el poderoso fermento indio que hay en
el arreglo españolizado del drama quechua Ollantay (págs.
41 al 50), en las obras del Lunarejo (pág. 113), Y en casi
todo nuestro churriguerismo, en las Bellas Artes del Vi-
rreinato (Véase también el primer tomo de mis Opúscu-
los, págs. 358, 465 Y sgts.).
Dejando este campo ya de las Bellas Artes y Letras,
y entrando en diverso terreno, ¿quién que abrigue algún
interés por nuestros ideales políticos de legítima y autó-
noma organización de Sud-América (pues aunque muy
pocos, quedamos todavía para conservarlos, respetarlos y
sostenerlos), no interpretará mi tesonero alegato en favor
del Perú Grande, o sea la Confederación Perú-Boliviana,
en sus tres momentos históricos (1826-1836-1880), inicia-
do desde una de las monografías de mis años mozos, sobre
Las Revoluciones de ArequiPa y el Deán 'Valdivia, y con-
tinuado en tantas ocasiones posteriores, sino como el ar-
gumento y demostración de anhelar yo y requerir para
nuestra nacionalidad una base, no meramente criolla, sino
además mestiza e india, provista de fronteras naturales,
asentada sobre mezclas y razas homogéneas y anteceden-
tes genuinos de todo orden, para ser algo más y mucho
más que trampantojo y quimera, mezquino localismo al-
deano o máscara bufa de engañosa servidumbre? Con-
sonando con tales premisas, he estudiado y alabado en
varias oportunidades la obra catequizadora y asimiladora
de los misioneros peruanos y españoles. En mi curso de
Civilización Prehispánica (Universidad Católica de Lima,
1937, pásg. 85 y 175), he deducido como conclusiones