Libro digital 1 TOMO-5 | Page 457

EL IMPERIO INCAICO 413 algunas audacias indigenistas posteriores. Sobre cómo en- tendía yo entonces "la imprescindible solidaridad y con- fraternidad de blancos, mestizos e indios" y CÓmo "las diversas razas del Perú componen el alma y el cuerpo de la Patria", consúltense los términos vibrantes del Epílogo de mi libro La J-listorja en el Perú (1910). Por tales ten- dencias mi amigo argentino Roberto Levillier, ha censu- lado mi desconfianza de las 1nformaciones del Virrey D. Francisco de Toledo. El ilustre mejicano D. José Vascon- celos y el inolvidable peruano Carlos Pareja me han lla- mado derechista indianófilo, tildándome de admirador excesivo del Imperio de los Incas. No me pesan las be- névolas reconvenciones de los de mi bando. Al defender el Tahuantinsuyo, me siento en buena y familiar compañía hispana; no sólo con mi querido Garcilaso de la Vega, sino con Cieza de León y el P. Acosta, Polo de Onde- gardo y Hernando de Santillán. Más de la mitad de mis escritos tratan de asuntos del Perú indio, comenzando de las civilizaciones andinas preincaicas y viniendo a la con- dición de los ayllos o comunidades agrícolas (Discurso en el Colegio de Abogados). Para mí y los que como yo piensan, la peruanidad consiste en el legítimo cruzamiento de lo español con lo indígena. La Conquista castellana trajo al Perú los elementos es