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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
aun no han venido, muy explicable retardo por las actua-
les circunstancias de la antigua Metrópoli.
Es de suponer que los cuerpos de Incas y Coyas in-
humados en Lima lo fueron en lugar secreto del Hospi-
tal, y despojados de sus ídolos y ofrendas, como que el
motivo de su traída a nuestra ciudad y su sepultura en
ella fue evitar supersticiones; pero algunas mantas ricas
r otros indicios quedarían reconocibles, aunque no fue-
ran sino las peculiaridades de la raza indígena, en un
Hospital destinado a castellanos, mestizos y otras castas,
con exclusión de los indios, para los cuales se reservaba
el próximo de Santa Ana. No han podido tampoco en-
terrarse las momias incaicas en la capilla ni en los cemen-
terios benditos que en el mismo Hospital de San Andrés
servían para la generalidad de los enfermos que morían
allí, porque los Incas como gentiles no habían de sepul-
tarse en sagrado. Hemos removido por eso de preferencia
los patios interiores, el lavadero, los pasadizos, y la huerta
en que se construyen casas modernas. Hemos hecho perfo-
rar el suelo en otros puntos diferentes, sobre todo donde
parecían existir bóvedas y subterráneos. Nuestras especta-
tivas han sido defraudadas.
En la bóveda del pasillo que va del comedor a la
sala de fiestas hallamos numerosos restos humanos, en
fragmentos de huesos que al tocarlos se deshacen, por la
humedad del terreno en que largo tiempo yacieron. Lo
mismo ocurrió con los del patio que está al Sudoeste de
la Capilla; en nuestra afanosa escrupulosidad, registra-
mos igualmente la cripta pequeña de la propia capilla,
aunque no era presumible que allí se hubieran depositado
las momias incaicas por la razón de Derecho Eclesiástico
apuntada arriba. En la referida cripta hay muchos restos
humanos como era de suponer; los más regados por el
suelo, y se ven varios cráneos. En una caja de madera,
que hemos hecho reemplazar por féretro, hallamos una