EL IMPERIO INCAICO
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que aquél régimen deprimente hubo de ser de efectos de-
sastrosos a la larga y que en mucha parte es responsable
de los males que todavía afligen al moderno Perú". 1-Ce aquí
ya la interpretación particularísta del historiaror peruano,
que se expansiona también para considerar un aspecto jus-
tificativo del régimen incaico, visto con ojos proPios, des-
de dentro. Ríva-Agüero considera que acaso el despotis-
mo incaico, tan denostado, no fuera una forma caracterís-
tica del alma peruana, fruto de instituciones seculares en
que se afirmara una sumisión voluntaria. "[a docilidad y
la ternura -dice- son. las características de los indios del
Perú". "[os súbditos vivían por lo general satisfechos con
sus leyes y costumbres, sin desear nada mejor y el gobier-
1'10 de los 1ncas era para los indios peruanos el más apro-
Piado que se podía concebir". El despotiS'mo paternal de
los 1ncas -si cabe tal maridaje - era, para Riva-Agüero,
"una encarnación de las naturales aspiraciones de la dócil
raza quechua".
E 11 el elogio de garcilaso (1916) palpita la misma emo-
ción tensa de admiración hacia el 1ncario. Riva-Agüero vi-
tupera a los historiadores fríos y mediocres, amontonado-
fes de datos, y loa al1nca por haber escrito con afma de
poeta, en una historia que puede errar en lo accesorio pero
que, realzando las líneas capitales y dominantes de la cul-
tura incaica, salva el espíritu y traduce con instinto adivi-
natorio el misterio esencial de su estirpe y de su raza. "Y
es la entrafía del sentimiento peruano, es el proPio ritmo
de la vida aborigen, ese aire de pastoral majestuosa que
tlalpita en sus páginas y que acaba en el estallido de una
desgarradora tragedia, ese velo de gracia ingenua tendido
sobre el espanto de las catástrofes, lo dulce junto a lo te-
nible, la flor humilde junto al estruendoso preciPicio, la
sonrisa resignada y melancólica que se diluye en las lá-
l)rimas·'.