Libro digital 1 TOMO-5 | Page 413

EL IMPERIO INCAICO 385 era el antiguo ruso, porque en vez del starosta electivo del mír regía la comunidad un curaca, cuyo carácter he- reditario comprueban los más seguros y primitivos cro- nistas, no obstante los interesados asertos en las Infor- maciones del Virrey Toledo. La herencia, en determinadas funciones religiosas y públicas, no es de dudar tampoco. Ya he tenido ocasión de decir que los sacerdotes del Sol salían del ayIlo incaico de Tarpuntay; y que las tribus incas inferiores, como los sútij tampus, los maras, paris y chilques, suministraban por obligatoria costumbre el personal para ciertos ramos administrativos. No se puede aceptar la ingénua opinión sobre los Incas de privilegio, o sea sobre los adoptados (;n las tribus de orejones mediante sus méritos persona- les. No hay texto satisfactorio que lo autorice. Lo cual no quiere decir ciertamente que ei Inca, sobre todo en los últimos tiempos, no eximiera del tributo a cualquier indio, sacándolo por ello de la clase de los de la gleba o hatunruna; ni que éstos y los yanaconas no alcanzaran mandos cuando aumentó la homogeneidad y centraliza- ción despótica en el gobierno. Pero otra prueba de bas- tante fuerza para negar la promoción de incas de privi- legio, está en que un cronista nos dice que el yana cona, aunque pudiera ascender en la escala social gracias a la misma agilidad que daba la mera esclavitud como en O- riente, desligado del terruño y adscrito al servicio familiar de la corte y los magnates, no podía en manera alguna obtener ni los sacerdotes del Sol ni el gobierno superior de las provincias con el título de tucuyrícuj, porque para estas dignidades se requería el privilegio del nacimiento. La primera estaba reservada a la sangre incaica y la se- gunda era accesible tanto a los orejones o Incas, como a los curacas, aunque fueran de extraña provincia, que. com- ponían el segundo grado de la aristocracia nativa. Trim- born pretende, no sin verisimilitud, que ambas órdenes