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JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
trimonio del monarca, se acostumbran hacer las más pre-
ciadas de estas donaciones a los orejones y curacas. Hay
autor, el magistrado Matienzo, que va más allá; y afirma
que en calidad de estímulo se daban en plena propiedad
chacarillas de coca a los indios ocupados en tal cultivo;
y por Huaman Poma se ve que los correos de chasquis,
casi siempre indios nobles, poseían campos cercanos a
caminos en que prestaban sus servicios. También repartía
el Inca hatos de llamas entre sus gobernadores, favoritos
o indios beneméritos, que podían ser aún esclavos o ya-
naconas. De modo que había cortos rebaños familiares,
al lado de los colectivos o regios y del culto, por más
que los pastales fueran siempre comunes. Por último, fue-
ra de los terrenos de la comunidad, es muy probable que
hubiera casos excepcionales de parcelas propias, por ro-
turación de baldíos, como ocurre con igual régimen entre
los cabilas de Africa y entre los Pieles Rojas. Hay de ello
en Huaman Poma daros indicios (pág. 189) . Véase pues
como la propiedad individual precaria, que tendía a con-
solidarse con la herencia, siquiera en muchos casos in-
divisible, envolvía y penetraba ya por todos lados la or-
ganización incaica. Junto a las tierras de los ayllos, a las
del culto y a las del monarca se multiplicaban las dona-
ciones semifeudales y las asignaciones permanentes de los
curacas, consecuencias ineludibles del régimen señOrial, je-
rarquizado y militarista, que era el del imperio. Debemos
imaginamos el Tahuantinsuyu, no como la Rusia sovié-
tica de hoy, con sus crecientes granjas colectivas, sino
como una Rusia zarista, en que las tierras comunes de
las aldeas coexistían con las señoriales y las religiosas.
El Inca era como un Zar arcaico y pagano, que no hu-
biera sabido escribir; y que, a más de los siervos de la
corona, hubiera contado con muy numerosos esclavos per-
sonales (yanacona). Y hasta dentro de los ayllos el régi-
men peruano fue muchísimo menos democrático que 10