Libro digital 1 TOMO-5 | Page 412

384 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO trimonio del monarca, se acostumbran hacer las más pre- ciadas de estas donaciones a los orejones y curacas. Hay autor, el magistrado Matienzo, que va más allá; y afirma que en calidad de estímulo se daban en plena propiedad chacarillas de coca a los indios ocupados en tal cultivo; y por Huaman Poma se ve que los correos de chasquis, casi siempre indios nobles, poseían campos cercanos a caminos en que prestaban sus servicios. También repartía el Inca hatos de llamas entre sus gobernadores, favoritos o indios beneméritos, que podían ser aún esclavos o ya- naconas. De modo que había cortos rebaños familiares, al lado de los colectivos o regios y del culto, por más que los pastales fueran siempre comunes. Por último, fue- ra de los terrenos de la comunidad, es muy probable que hubiera casos excepcionales de parcelas propias, por ro- turación de baldíos, como ocurre con igual régimen entre los cabilas de Africa y entre los Pieles Rojas. Hay de ello en Huaman Poma daros indicios (pág. 189) . Véase pues como la propiedad individual precaria, que tendía a con- solidarse con la herencia, siquiera en muchos casos in- divisible, envolvía y penetraba ya por todos lados la or- ganización incaica. Junto a las tierras de los ayllos, a las del culto y a las del monarca se multiplicaban las dona- ciones semifeudales y las asignaciones permanentes de los curacas, consecuencias ineludibles del régimen señOrial, je- rarquizado y militarista, que era el del imperio. Debemos imaginamos el Tahuantinsuyu, no como la Rusia sovié- tica de hoy, con sus crecientes granjas colectivas, sino como una Rusia zarista, en que las tierras comunes de las aldeas coexistían con las señoriales y las religiosas. El Inca era como un Zar arcaico y pagano, que no hu- biera sabido escribir; y que, a más de los siervos de la corona, hubiera contado con muy numerosos esclavos per- sonales (yanacona). Y hasta dentro de los ayllos el régi- men peruano fue muchísimo menos democrático que 10