EL IMPERIO INCAICO
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iJresentan el lado risueño y luminoso del gobierno de los
Jncas: las 1nformaciones de 'Joledo, el Padre Coba y Pedro
Pizarra el lado oscuro y disforme. 'Jan erróneo sería ver
exclusivamente este último como lo fué atender al primeru
Es menester unirlos hasta que se fundan en ese tono gris
que es el de la verdad". Riva-Agüero negaba entonces
científicamente el valor de las Informaciones de '] aleda,
publicadas fragmentariamente por ]iménez de la Espada
en 1882 Y desconocía la Historia Indica de Sarmiento de
Gamboa, descubierta por Pietschmann en 1906 y a la que
suponía erróneamente un simple eco de las Informaciones
cuando se trata de cosa distinta y autónoma. Para Riva-
Agüero las Informaciones era1l amañadas y falsas, obteni-
das por intimidacion y tendían a achacar a los 1ncas todo
género de tiranías y desmanes. "Son -dijo~ el arsenal
mejor provisto de acusaciones y detracciones contra los
Í1'ICas", y, como más tarde 'Jschudi, "propenden por reac-
ción contra Garcilaso a rebajar y denigrar las instituciones
y costumbres del '] ahuantinsuyo". De ellas sólo podían
extraerse algunas noticias sobre el orden de los reinados,
la historia externa de algunos hechos y conquistas prin-
cipales. En el resto eran yerro y falsedad. Erraban al Pin-
tar la behetría primitiva, al afirmar el repentino engrande-
cimiento de los 1ncas y al juzgar sus instituciones políticas
y sus costumbres. Recapitulando su acusación rotunda, co-
mo todas las suyas, decía: "El crédito de dichas informa-
ciones decrece hasta el extremo que no vacilamos en decla-
rar que todo historiador imparcial y sagaz debe tenerlo por
escasísimo y casi nulo".
De conformidad con esta valoración de las fuentes
tué el juicio de Riva-Agüero sobre el1ncario en 1910. Con
criterio sagaz y ecléctico y apuntalando a Garcilaso con
Cieza, Acosta y Santillán -y hasta con el testimonio ba-
landrón de ?vlancio Sierra-, sostiene Riva-Agüero la índo-
ie 'mansa y benévola del 1mperio, la conquista pacífica y