EL IMPERIO INCAICO
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incaico es la misma balanza romana; que las vestales,
guardianas del fuego sacro, son como las ajllas; que se pa-
recen algunos espejos de bronce de las dos naciones, como
se parece su sincretismo religioso en el panteón de ídolos
extraños, y la apoteosis de los monarcas. Sobre tan vagas
y dispersas analogías prevalece la capital consideración
de haber sido el alma de la civilización clásica o medite-
rránea el civismo, la noción del Estado de Derecho, de
la personalidad humana, y de su dignidad y honor, igno-
rada en todos los despóticos imperios orientales, y man-
tenida en Roma a pesar de la tiranía de los Césares. Rea-
vivada allí por el estoicismo y realzada luego por la
religión cristiana, ha: venido a ser la base de nuestra men-
talidad moderna. Desde sus orígenes griegos, el concepto
de la libertad ha transfigurado y enlazado todas las má-
nifestaciones, del hombre clásico y de sus legítimos su·
cesores, así en política y ética, como en literaturay plás-
tica. Genera en el primer campo el concepto de res pública
compatible con la monarquía, pero jamás con el despo-
tismo oriental; concepto que es muy superior a los ex-
clusivismos dinásticos y de clase; y que aun en la postrera
decadencia del mundo romano iluminó a sus degenerados
filiales de la Edad Media, al tipo carolingio germánico y
al bizantino, a pesar de la barbarie de aquél y del orien-
talismos cuasi sasánida de éste. En el segundo campo, en
el estético, lo clásico ario es el dinamismo y la esbeltez
del arte. Sería, pues, un paralelo caricaturesco, de meras
aperiencias fútiles, todo el que se estableciera entre Roma
y el Cuzco. Cuanto al respecto se ha apuntado muchas
veces, no pasa de pueril exornación retórica, ajena a la
debida comprensión del sentido y del alcance de las se-
ries y correspondencias en la historia universal. Ya la
falta de verdadera escritura en el Perú antiguo hizo su
nivel muy inferior al de los imperios similares chino y
faraónico, cuya analogía he procurado inculcar. Pero ha-