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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
notables caminos, sorprendentes obras públicas, pontaz-
gos¡- prohibición de la mendicjdad¡- esclavitud perso-
nal, por la que a menudo en estos regímenes despóticos
se llega a muy altos puestos, como ocurrió en el Perú con
algunos yanacuna;- ejército de doble composición, en el
Perú de Orejones y contingentes provinciales, como en el
imperio de Genguis Kan y sus derivados, mongoles y de
auxiliares inumerables,~ jefes militares de decena, centena
y millar ¡- algunos funcionarios alienígenas, no obstante
el predominio de la nación conquistadora, como en las
tumbas de Nazca se han hallado gobernadores incaicos
cuyos vestidos y tocados demuestran origen chanca ¡-
algunas corporaciones de artesanos y orfebres para alimen-
tar el lujo señoril, como los que llevados de Chanchán
trabajan en el Cuzco, y los que en la misma corte regio-
nal del Chimú se agrupaban en casas o barrios profesio-
nales, a pesar de la infundada denegación de Beuchat¡-
desenfrenada poligamia en el soberano y en los magnates,
como efecto del sistema netamente patriarcalista. No ca-
recían de razÓn los primitivos cronistas castellanos para
comparar a los indios, obedeciendo a los recuerdos de la
Reconquista, con el mundo musulmán. Las semejanzas
eran mayores con la porción mongólica de él. El Inca con
que se encontraron era como un sultán de Samarcandia,
un Tamerlán joven, pequeño y cautivo.
En cambio, son accidentales y superficiaIísimas las se-
mejanzas que pueden notarse entre el mundo greco-ro-
mano y el incaico. Cuando alguien pretende comparar
las instituciones latinas y el arte occidental con los pro-
ductos del Tahuantinsuyu, descubre por ese mismo intento
carecer de verdadera tabla de valores e ignorar el alma
profunda de civilizaciones tan desemejantes. En vano sería
decir que etruscos y romanos fueron como los Incas pue-
blos de agricultores, soldados y agoreros, arquitectos y
conquistadores, pesados, severos y potentes¡ que el huiPe