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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
del carácter más oriental que puede imaginarse; Como los
procedimientos babilonios y asirios los heredó el imperio
persa agueménide, no ha de extrañar que continúen con
él las semejanzas. Sus amplias vías de comunicación¡- el
trasplantar en grande escala razas diversas para estable-
cerlas como colonias en las comarcas menos seguras ¡- el
magupal o mogbeb, jefe de los magos, que tiene las mis-
mas atribuciones y situación que el Huillac-Umu¡- las
cuatro porciones del imperio, los padgos, que no son sino
los cuatro suyus ,- el núcleo del ejército constituído por
la milicia especial de las tribus persas, 'melóforos e inmor-
tales, que corresponden exactamente al cuerpo de los 1n-
cas u orejones, provistos de picas largas, adornados con
zarcillos de oro en las orejas y las cabezas, tocados con
rodetes de cuerdas que les ceñían encima de la frente, co-
mo los llautos incaicos, según se ve por los frisos de Susa,
que hoy se guarda en el Louvre ¡ -los correos de maravi-
llosa celeridad;- las satrapías lejanas, semi-autónomas
(como Chile, Umahuaca y los Mojos) y los visitadores
regios llamados ojos del gran rey, todo eso evoca al ins-
tante las calzadas incaicas o batun-ñan, los mitimaes, chas-
quis, gobernadores de frontera e inspectores extraordina-
rios del Tahua~tinsuyu. Ambas son Zonas originarios de
plantas y animales básicos en las respectivas culturas con-
tinentales (la Persia es la patria del trigo y del camero,
como el Perú lo es de la papa y del llama) ¡ y de sus
cumbres y altiplanices descendieron sus soldados, en época
ya tardía, para sujetar y recomponer los restos de añejas
dominaciones, fatigadas o extintas, y ofrecer la última
síntesis aborigen, severa y ecléctica, distinguida y otoñal,
respetuosa de los usos, de los dinastías y de las religio-
nes locales. Ultimas herederas de un mundo multisecular
y cerrado, al cabo se desplomaron a los golpes de la ci-
vilización de Europa. Los dos casos se repiten con la le-
janía de muchos siglos, pero con hermandad anímica in-