EL IMPERIO INCAICO
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matar, después de sus días, a la mitad de los indios en
cada provincia, para asegurarse la docilidad del resto.
Al estudiar la historia de los conquistadores caste-
llanos y lamentar las crueldades con que se mancharon.
como suele ocurrir en todas las guerras, debemos recordar
los sucesos que habían antecedido, y comparar aquellas
discutibles responsabilidades con las inmensas de los que
Pizarro y los suyos reprimieron y reemplazaron.
XIV
CARACTER GENERAL DE LAS INSTITUCIONES
INCAICAS
Cierro este primer curso con la presente lección.
Lo abrevio para que los discípulos tengan tiempo de prepa-
rar los demás exámenes, y para dedicarme a otro estu-
dio histórico que me urge. Procuraré hoy expresar sucin-
tamente los rasgos esenciales de la civilización incaica,
ateniéndome a las autoridades más fidedignas. La impre-
sión de conjunto no será la que se desprende de los clá-
sicos Comentarios Reales de Garcilaso, que como decía
González Suárez, el sabio Arzobispo quiteño, parecen, por
su benignidad, sencillez e inocencia, páginas del Año Cris-
tiano. El imperio incaico no es un blando idilio con mú-
sica galante, según lo imaginaron los garcilasistas del si-
glo XVIII y de buena parte del XIX. Hay que restituírlo
a su clima verdadero i y compararlo con cuidado (porque
sin comparaciones no puede haber ciencia, ni perspectiva,
ni clasificación, ni conocimiento alguno) con los imperios
orientales primitivos y bárbaros, en particular, como lo he
venido haciendo en estas lecciones, con el Egipto faraó-
nico y la China arcaica, que se presentan como sus ar-
quetipos genuinos y fraternales, por espontánea coinciden-
cia. Esos son sus remotos hermanos mayores, que le llevan