Libro digital 1 TOMO-5 | Page 388

360 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO los más inclinados a Atahuallpa. Años hace que rebatí las impugnaciones y atenuaciones formuladas por Prescott. Los que salvaron, entre los innumerables miembros de la fa- milia imperial y de la casta de los orejones, debieron la vida a haber huído a las selváticas quebradas de los An- tis o a las regiones del sur, que los atahualpistas no lle- garon a ocupar. Así escapó Manco, heredero presunto por ser hijo de la tercera Coya. Se alejó a tiempo, en com- pañía de uno de los sacerdotes del Sol, cuando ya el pri- mer HuilIac Umu y su auxiliar Rupaca estaban presos junto con Huáscar y los supremos dignatarios. Manco va- gaba disfrazado de indio del pueblo, seguido de un solo paje, hasta que la invasión de los españoles le permitió re- cuperar sus insignias y jerarquía. En cambio, el otro her- mano Paullu fue perdonado por los generales de Atahuall- pa, porque había reñido con Huáscar, quien lo tenía pre- so a consecuencia de una intriga amatoria del serrallo. Una de las hermanas y mujeres de Huáscar, Cusy Huarcay, con una hija suya del mismo nombre, que fue después la espo- sa de Sayri Túpaj, se ocultó en los bosques de la región oriental. También se salvaron entre otras ñustas hermanas de Huáscar, Quespi Cusi Huayllas (cristal de alegría), que era la futura doña Inés, manceba de Pizarro, luego casada con el conquistador Ampuero en Lima. Por fin, se puso en marcha hacia el norte la mise- randa caravana de los principales rehenes. Acompañaban a Huáscar la Coya su mujer Chiqui Huipa y sus dos hijos, sus dos hermanos Titu Atauchi y Túpaj Atau, la Coya madre Rahua, los capitanes Huanca Auqui, Ahua Panti y Páucar Usnu, el sumo sacerdote Challco Yupanqui, el se- gundo mayordomo del Sol Rupaca, y otros altos minis- tros. Todos ellos fueron ejecutados de manera salvaje clandestina, como en una célebre tragedia monárquica de ·nuestro siglo. Los ahogaron a los pocos meses en Anda- marca (la actual MolIepampa), junto al río Marañón. De-