Libro digital 1 TOMO-5 | Page 384

356 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO Has de la reñida y luctuosa retirada, en que menudearon los combates: en Andahuaylas la grande (llamada así pa- ra distinguirla de la vecina al Cuzco), Pincos, Curampa, Huancarama, Cochacasa y Abancay (Véase Cobo, Sar- miento, Cabello Balboa y Juan Santa Cruz Pachacuti). Las abultadas cifras de combatientes que trae Santa Cruz Pachacuti demuestran la profunda impresión que los lances de esta guerra hicieron en la imaginación popular. Ordenó Huáscar plegarias y ayunos extraordinarios; y le acudieron nuevos ejércitos del Collao, Carangas, Tucumán y Chile, y hasta escuadrones de flecheros de los Antis, Chunchos y Chiriguanas. Debió de ser una masa hetero- génea, comparable a las muchedumbres orientales, a los abigarrados contingentes de los reyes egipcios y persas, por ejemplo. Aunque de razas belicosas, carecían sin duda del empuje y la disciplina de los veteranos que capitanea- ban Challcochima y Quizquiz. Atahuallpa entretanto se vino a Huamachuco; y para vengarse del famoso oráculo del lugar, que vaticinaba en favor de Huáscar, rompió la efigie, deshizo el adoratorio, mató al principal hechicero y ordenó perseguir y extirpar a los demás de ese distrito. En Curahuasi, a catorce leguas del Cuzco, defendien- do el paso y la ribera occidental del Apurímac, los collas y chilenos de Huáscar alcanzaron a contener y desviar la arremetida de los de Quito. Otro golpe de auxiliares subió por Velille y Chumbivilcas para atajar a los de Ata- huallpa en el lado de Cotabambas. Aquí los collasuyus vencieron en un combate a los invasores. Por las palabras de Huáscar después de esta victoria, han querido inferir algunos que confesó el monarca la descendencia colla de los Incas. No hay tal cosa. Esos comentadores han leído muy de ligero el texto de Sarmiento de Gamboa y no se han tomado el trabajo de compararlo con la aproximadí- sima versión que da la 7I1iscelánea de Cabello Balboa, por la cual se ve muy al contrario que Huáscar exhortaba