352 JosÉ DE LA RIVA " AGÜERO
edad tan próxima a la Conquista y que ha dejado ya tantas tradiciones, no hallamos sucesos con que calmar estos largos años vacíos, y porque vemos que las rencillas comenzaron con acritud cuando en los funerales de Huayna en el Cuzco se quejó Huáscar de la sospechosa ausencia de Atahuallpa y cuando envió a un ministro suyo para recoger el serrallo del padre, cuya apropiación constituía uno de los más claros signos de herencia imperial. Recuérdese el caso análogo de Absalón en Israel, que se adueña del harén de su padre David. Atahuallpa no dejó de hacerlo( Cieza, Señorío, cap. 70); Y una de sus primeras quejas se motivó en haberse llevado al Cuzco Atoj, el embajador de Huáscar, las estatuas y concubinas de Huayna que estaban en Tomebamba. No es de creer que tales disputas se amortiguaran y dilataran por varios años. Huáscár despidió afrentosamente a los embajadores de su hermano, enviándolos con las camisetas y las narices cortadas. Illa Túpaj, antiguo consejero de Huayna Cápaj, quien lo había nombrado como tutor o coadjutor de Huáscar hasta su coronación, abandonó el partido del Cuzco y se declaró por Atahuallpa. La guerra fue larga y empeñosa,. aunque no llegara ni con mucho a los cinco años del novelesco Cabello Balboa; mas tampoco hemos de admitir que no hubo en ella sino una sola batalla campal y que fue rápida y sorpresiva la campaña, como tan erróneamente 10 afirma Garcilaso. El primer encuentro fue favorable a los del Cuzco, que tomaron preso a Atahuallpa, el cual se escapó luego de la prisión de Tomebamba a provechando el descuido y la embriaguez de los vencedores. Se rehizo en Quito; y volvió a atacar a los de Huáscar muy cerca de los lugares en que había sido vencido, o sea entre Ambato y Riobamba, en MoIle-Ambato, Mocha o Ingaurcu, donde aun quedan señales de estos combates. Apayaban decididamente la causa del Cuzco los habitantes del Cañar, incanizados desde hacía varias generacio-