EL IMPERIO INCAICO
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(que es la flor del maíz o flor en general).y Quilla Tuta
sería noche de luna). Los tres no disuenan de la onomás-
tica incaica y de la de los indios americanos en general.
Robusteciendo la presunción del origen quiteño, no
falta quien asevere que Atahuallpa fue salvado de la pri-
sión de Tomebamba por otra Quillaco, pariente de su
madre. En lo que no caben dudas es en la predilección
que mostró Huayna Cápaj por este hijo suyo, a quien sa-
có del Cuzco adolescente para que lo siguiera en sus cam-
pañas y que comía siempre en su mismo plato. En cambio,
no consta que le dejara en herencia el reino de Quito,
como Atahuallpa se afanó en hacer creer a los españoles,
porque esa división territorial del supremo poder no se
acostumbraba entre los Incas. Conocemos casos de corre-
gencia o asociaciones indivisas, que atrás he explicado;
pero no de disgregaciones. Afirman al contrario los más
afectos a la causa de Atahuallpa, como Santa Cruz Pa-
chacuti, que Huáscar tuvo que expedirle o confirmarle el
nombramiento de gobernador o substituto del Cápaj Inca
en Quito. A pesar de la subordinación y limitación del pues-
to, desde el principio contó con la adhesión incondicional
de los veteranos de su padre. De ellos, muchos eran ore-
jones, cómo hubo de serlo Challcochima, no obstante el
tardío disenso del Padre Velasco; pero de Quizquiz se
decía que era un advenedizo, antiguo barbero de Huayna
Cápaj, y de Rumiñahui afirma Huaman Poma de Ayala
que era un indio plebeyo o vulgar. Con la extensión de
de las conquistas y el despotismo sin valla de los monar-
cas, la jerarquía hereditaria se quebrantó, y penetraban
en los altos cargos curacas alienígenas y simples aventu-
reros afortunados.
La guerra entre Quito y el Cuzco debió de encenderse
pronto. No es pOSible prestar fácil asenso al sistema de
muchos cronistas, o sea a los siete años de pacífica con-
vivencia de los rivales, muerto Huayna Cápaj, porque, en