EL IMPERIO INCAICO 349
el término los meses de poder efectivo anteriores a la coronación. Es esto tan cierto que los edificios cuya construcción se le atribuye y que era uso ordenar en cada nuevo período, han de haberse iniciado cuando gobernaba en el Cuzco como substituto o ranti de su padre. Amarucancha, que es la actual Universidad y la iglesia de la Compañía, se indicaba como obra de Huayna Cápaj, según lo leemos en Garcilaso; y el palacio de Collcampata debía de enumerarse igualmente entre los de Huayna Cápaj, porque lo heredó como de la panaca Tumipampa el príncipe Paullu, quien lo habitó en la época española, en vez de haber pasado al ayllo particular de Huáscar como habría ocurrido si de su época datara la construcción. Todos estos datos nos corroboran la brevedad del gobierno de Huáscar.
Su rival Atahuallpa era ciertamente bastardo, como de consuno lo atestiguan los cronistas. Sin embargo, le era mayor en algunos años, contra 10 que afirma la historia vulgar y rutinaria, atenida a los literales testimonios de los conquistadores primitivos, para quienes la legitimidad se confundía con la primogenitura. No es seguro el origen quiteño materno de Atahuallpa, pero dista mucho de ser una infundada y arbitraria conseja de Garcilaso. Lo precedieron en el mismo parecer las tan abonadas Informaciones de Vaca de Castro, Pedro Pizarro, Cristóbal de Malina el de la Destrucción, Gómara y Zárate. El nuevamente hallado Huaman Poma de Ayala dice que la madre de Atahuallpa era una india de Chachapoyas. Conviene, pues, en que fue concubina alienígena y del Norte. En ningún caso es admisible el sigular argumento que algunos modernos emplean, de haber sido necesariamente de sangre incaica la madre del usurpador, porque éste nevaba en su compuesto nombre la raíz de buallpa. Bien sabemos que la herencia de los apellidos no era materna por regla general, y que hasta los curacas de las más diversas ra-