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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
Atauchi, y se proponían asesinar a la emperatriz viuda
Rahua. Fue denunciada la conspiración. Cusi Atauchi, a
5:abiendas o ignorante de lo que se urdía, acudió a la or-
dinaria audiencia matinal de Huáscar; y lo detuvieron y
despedazaron en los umbrales del palacio. No pararon aquí
lOS castigos sino que algunos de los ancianos consejeros
de Huayna Cápaj se vieron arrestados y torturados, y fue-
ron ejecutados en el trayecto de Limatambo a Anta. Con
semejantes escenas, se alteraron los quiteño s de la comi-
tiva; y muchos retrocedieron para anunciar a Atahuallpa
y los generales del Norte las agitaciones del Cuzco. Con-
tinuaron las exequias todo el resto del año. ConcIuídas,
se procedió a la ostentosa coronación de Huáscar y a su
matrimonio con la nueva Coya hermana, Chuqui Huipay,
tras los obligatorios ayunos rituales a que tenía que so-
meterse el Emperador. Oficiaba, como Huillac Umu, el
Apu ChaIco Yupanqui (nombre muy usado por los Sumos
Sacerdotes), orejón descendiente del Inca Huiracocha, co-
mo de la panaca o linaje Socso AyUo. Para las fiestas, se
erigió en el barrio de Sappi un deslumbrante jardín arti-
ficial de oro, y se labró para las danzas de la gran plaza
la maroma de oro en forma de serpiente o amaru esmal-
tado, que convenía al nombre de coronación del nuevo
imperante (huasca, soga gruesa, cordón largo). Este nom"
bre le había sido impuesto, no por dicho adorno, sino
en recuerdo del lugar donde nació, que era el palacio de
Huascarquíhuar o Huascarpata, próximo a la laguna de
Muyna. Allá fue el recién coronado en peregrinación re-
ligiosa, lo propio que a Huanacauri y a los santuarios del
Titijaja y de Tiahuanaco, lo que es otra prueba del ca-
rácter solariego que se atribuía a la gran metrópoli arrui-
nada del Callao. Huáscar, al culto de Huiracocha, cuidaba
de agregar siempre la advocación solar, o inti, cuyo título
llevaba.