EL IMPERIO INCAICO
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todavía agregue que están en el distrito más famoso por
sus minas; y que asegure haber quedado el cuerpo de
Huayna Cápaj en Quito para enterrarse ahí, y habers~
enviado no más que la cabeza al Cuzco, cuando nos cons~
ta que fue sepultada en el Cuzco la momia, y descubierta
en una casa de dicha ciudad por Ondegardo. En Quito
no quedaron sino el corazón e intestinos, que solían in-
cinerarse y guardarse dentro de una estatua de oro.
Los funerales de Huayna Cápaj se celebraron con la
mayor pausa y solemnidad. No menos de cuatro mil víc-
timas humanas se inmolaron. En Quito duraron las exce-
quias diez días. Enseguida lo condujeron a Tomebamba,
al palacio en que había nacido, y allí se detuvieron todo
un mes. Iba el cadáver ligado y sentado en las andas,
como si estuviera en vida, cubierto con sus más ricas ves-
tiduras y armas de gala, llevando en la mano el cetro o
túpajyauri, y bajo el erguido guión sagrado o súntur páucar
(Relación de Santa Cruz Pachacuti). Con la misma cere-
moniosa lentitud continuó el largo viaje al Cuzco. For-
maban la comitiva la Coy a viuda, Rahua Ojllo, y los o-
rejones que componían el consejo y eran los encargados
de ejecutar las últimas disposiciones del difunto soberano.
Atahuallpa no pasó de Tomebamba. Los dignatarios, em-
pleados reales y guarniciones del tránsito se agregaban al
cortejo, a medida que tocaba en las cabeceras de las pro-
vincias respectivas. Venían también muchos ídolos locales
y de las tribus incaicas, y los cautivos de las últimas cam-
pañas, para exhibirlos en la entrada triunfal póstuma. Al
aecrcarse al Cuzco, por el Apurímac y Limatambo, se di-
vulgó una de las conjuraciones que nunca faltaban al
morir los monarcas. Es de creer que los recelosos del
advenimiento de Huáscar y que contra él fraguaron ya en
Quito la candidatura del príncipe Ninan Cuyuchi, muerto
de la peste, fueran los que renovaron esfuerzos para sus-
citar otro competidor. Ahora era el hermano bastardo Cusi