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JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
Balboa y de Andagoya, que no pasaron del Puerto de
Piñas y de Virú, puntos muy alejados del Tahuantinsuyu
Incaico. Se trata casi con evidencia de la llegada de Pi-
zarro a Túmbez en 1527. Los tres españoles que allí que-
daron y por los que Huayna Cápaj envió, son Alonso de
Malina, Morillo y Bocanegra, a los que no llegó a ver,
como dije el otro día, porque ya los indios los habían
asesinado o por que Huayna murió antes de que arriba-
ran a Tomebamba. Los principales historiadores convie-
nen en que Huayna Cápaj gobernaba cuando el efectivo
descubrimiento del Perú por Pizarra, los Trece de la Fama
y Bartolomé Ruiz. Así lo dicen o lo dan a entender Las
Casas, uno de los Cristóbales de Malina y Montesinos;
y por ello lo repiten Robertson y Prescott, y el Arzobispo
de Quito González Suárez coloca la muerte de Huayna
Cápaj en 1527, acercándose ya mucho a mi opinión. Cuan-
do en 1532 volvió Pizarra a Túmbez, estaban frescos los
recuerdos y estragos de la gran peste que asoló el Perú
e hizo perecer al Inca; y ya expliqué que aun puede que
fuera esta epidemia de viruelas la que en la misma expe-
dición el año de 1531, afligió a los castellanos en Coa-
que, interpretada por muchos como de verrugas.
Jerez, irrecusable en calidad de testigo presencial, I10
lo es en manera alguna cuando trasmite los relatos indí-
genas, en los que con frecuencia yerra, porque no los en-
tendía bien o se dejaba engañar de las patrañas populares.
No sólo es reparable, como lo apuntan modernos autores,
que llame a Huayna Cápaj y Huáscar respectivamente
Cuzco Viejo y Cuzco Mozo (pues al cabo en esto pudo
haber fundamento y denominarse los Incas por el nom-
bre de su ciudad principal, conforme a los reyes europeos
se les apellidaba familiarmente por sus reinos), sino es
mucho más de advertir y tachar que coloque la ciudad
de Chincha en la parte central del gran camino incaico,
que era la calzada de la Sierra y no la de la Costa, y