Libro digital 1 TOMO-5 | Page 370

342 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO quía. Pero a quien más se parece sin duda Huayna Cápaj es a su émulo el azteca Montezuma 11 XocoyotI (el joven) , como él grave y silencioso, empeñado en guerras muy reñidas e inciertas, afligido por las incesantes rebeliones de miztecas y huezotzingos, y por las victorias de los tlascaltecas que, como en Quito a Auqui Toma, le ma- taron a su hermano Tlacahuepantzin, y ensombrecido por los pronósticos sobre misteriosos blancos invasores. En el Perú y en Méjico, al mismo tiempo se habla de agüeros sobríos, águilas que caen, nubes que amenazan, aureolas fatídicas y voces sobrehumanas présagas del cumplimiento de antiquísimas y funestas profecías de QuetzalcoatI y Huiracocha acerca de la ruina de ambos imperios america- nos. Era en ellos como la convicción de su caducidad irremediable, el presentimiento y la conciencia agonizan- tes de culturas que habían topado con infranqueables lí- mites y que comenzaban por sí a descomponerse, en sus mismos elementos intrínsecos, antes del decisivo choque externo. Cuando el cadáver embalsamado de Huayna Cá- paj fue llevado con gran pompa al Cuzco, y se quedó su corazón en Quito, los lloros de las exequias y el ho- rror de las cuatro mil víctimas inmoladas, parecían vati- cinar el término de las prosperidades de los Incas; porque ya rugían las tremendas rivalidades dinásticas, atizadas por las de la casta y superior y las de las dos grandes regiones del Sur y del Norte, que habían de facilitar la ci- vilizadora invasión castellana. XIII HUASCAR y ATAHUALLPA Importa, para la cronología del Perú, determinar, aproximadamente siquiera, la fecha de la muerte de Huay- na Cápaj. Los más conocidos autores van desde 1522,