Libro digital 1 TOMO-5 | Page 367

EL IMPERIO INCAICO 339 truír la gran calzada que aun lleva su nombre junto a la ciudad de Guayaquil. Pasó a la isla de la Puná para castigar a su principal cacique Tumpalla (sobrenombre quechua de vituperio, que significa el falaz o aleve, el cual había hecho naufragar y asesinar a los Orejones de guar- nición, desatando en alta mar las correas de las balsas que los conducían. Tanto enojo recibió el Inca de esta traición que ordenó componer sobre ella y su venganza un cantar triste, para que se 10 entonaran los días de luto o de ayuno; rasgo muy criental, que recuerda esce- nas de la corte asiria. De la costa volvió a Tomebamba por el lado de Mu- Iluturu. Una terrible peste de viruelas despoblaba el im- perio. En el Cuzco habían muerto de ella sus ministros Auqui Túpaj y Apu Ilaquita y su hermana Mama Cuca, la que no había querido ser su Coya y era mamacuna o abadesa de las ajillas, según la relación de Pachacuti. Huay- na Cápaj se fue a Quito, sobresaltado con los estragos de la epidemia y con las extrañas nuevas del desembarco de los españoles en las costas de Túmbez y la Puná, que él acababa de visitar. Pidió que le enviaran a los dos ex- tranjeros blancos que se habían quedado en Túmbez; pe- ro no llegó a verlos, porque ya los habían matado los indios, o porque no le dió tiempo de examinarlos el con- tagio de la peste. La leyenda contaba que cierto mítico mensajero le entregó una caja, de la que salieron las ma- riposas negras de la enfermedad y la muerte. Para evi- tarla, se había recluído en uno de sus aposentos de pie- dra, sujetándose a la más estricta penitencia ritual. Mandó consultar al favorito oráculo de Pachacámaj, que prome- tió la curación si lo exponían a los rayos del Sol su padre. Tan luego como lo sacaron al aire, expiró. Cuenta Cabello Balboa, y no es improbable, que escribió sus últimas vo- luntades, a la manera del dios Huiracocha, sobre un bas- tón o fauna, por medios de signos y rayas de colores,