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JOSE DE LA RIVA-AGÜERO
hay tradiciones de haber llegado a La Imperial y Temuco,
lo que se corrobora con el hallazgo de huacos de estilo
incaico en pleno territorio de Valdivia. Así comprendemos
por qué Montesinos, el Padre Las Casas, y 10 que es más,
el Cristóbal de Molina de la Destruición, afirman que el
imperio y sus caminos se avecinaron al Estrecho de Ma-
gaBanes. Huayna Cápaj regresó por el camino de la Cos-
ta, el de Coquimbo, Copiapó y Atacama, como muy ex-
plícitamente 10 dice Sarmiento. De allí volvió a Cocha-
bamba, a vigilar los trabajos de repoblación y desecamien-
to y las colonias collas. Al este de Cochabamba y al norte
de Mizque reedificó la gran pucara o ciudadela de Po-
cona, construída por Túpaj Yupanqui, principal defensa
contra las depredadoras correrías de los chiriguanas. For-
maba parte de un sistema continuo de fortificaciones, se-
mejante al limen romano en Escocia o en Germania; pues
si los chilenos eran como los partos y mesopotanios de
este nuevo imperio romano de América, los chiriguanas
venían a ser como los merodeadores germanos, que irrum-
pían de una región de bosques y ciénagas. Por el lado
del Antisuyu en Charcas y las entradas de Mojos y Chun-
chos, constituyó el imperio incaico algunos pequeños rei-
nos tributarios, iguales a sus curacazgos chilenos y al de
Umahuaca en Tujma. Queda de ello testimonio en al-
gunas relaciones, como en la del cura de Mataca D.
Diego de Alcayaga, que habla del rey orejón Huacani,
de otro Condori hermano suyo, y de las fortalezas de
Sahuaypata y Huanacopampa, guarnecidas de presidios
cuzqueños. Los reyes vasallos de Mojos, que venían a ser
jefes de estas marcas o extremaduras del Tahuantinsuyu,
daban a sus mujeres principales el título de Coyas, y vi-
vían rodeados de eunucos y criadas quechuas (chinas).
Estaba Huayna Cápaj recorriendo y reparando los
monumentos del Titijaja y ordenando la construcción de
un palacio incaico en Tiahuanaco (cuyas ruinas son aún