EL IMPERIO INCAICO
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to al cual asistía una guarnición en la fortaleza incaica
de dicho pueblo, y Tancalonco, que ha de ser su vecino
meridional, el de Malloco y Talagante, en cuyas tierras,
inmediaciones de la actual Santiago y orillas del Maipo,
existía otra fortaleza de los Incas. La substitución de go-
bernadores incaicos por jefes nativos, hecha sin duda para
aquietar a los chilenos, ilustra sobre el régimen de aque-
llas extremidades o marcas del Tahuantinsuyu. Eran, no
provincias unificadas, sino regiones vasallas o hereditarias
satrapías, como las de los análogos imperios orientales,
como las de los régulos sirios y fenicios que obedecían a
Jos grandes faraones, como los sátrapas o virreyes aque-
ménides en los extremos confines de Saca y Maca del pri-
mer imperio persa, o los dinastas armenios y árabes y los
chatradar y marzbans del sasánida. No cayó mal el sis-
tema en Chile, pues bajo él hubieron de realizarse los
mayores ensanches del poderío peruano, el cual rebasó
considerablemente la frontera del Maule, indicada como
definitiva en la mayor parte de las historias incaicas. Cie-
za, que la señala como tal en el período de Túpaj Yu-
panqui (Señorío, cap. 60), agrega que Huayna Cápaj "an-
duvo por la tierra del Chile mucho más que su padre,
hasta que dijo que había visto el fin de ella, mandó ha-
cer memorias por muchos lugares para que en lo futuro
se entendiese su grandeza". En efecto, esos vestigios se
descubren por restos arqueológicos o en páginas de los
cronistas, y prueban que allende el Maule los ejércitos
incaicos bajo Huayna Cápaj conquistaron, no sólo el te-
rritorio llamado de los purumaucas, hasta el Itata, sino
una parte del que se hizo tan famoso después bajo el nom-
bre del Arauco. Huayna Cápaj debió de pasar al otro
lado del Biobío. El Padre Rosales en su historia refiere
que a cinco leguas de la ciudad de Concepción había
siete pequeñas pirámides incaicas en que celebró el Inca,
con sacrificios humanos, el gran rito de la caUpa. Y aun