Libro digital 1 TOMO-5 | Page 360

532 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
noroeste de la actual Argentina, penetró en Chile. Esa era la vía más ordinaria de las expediciones chilenas de los Incas. En las palabras de Cieza, que habla a tal propósito de cordilleras nevadas, hallamos que Huayna atravesó los Andes mucho más abajo de las Charcas y Chichas, al oeste de la región del Tucumán, dependiente de aquellas provincias. En cuatro puntos se hallan vestigios de los caminos incaicos del reino de Tujma al de Chile. El primero es al sur de la puna de Atacama, por el puerto de San Francisco, al norte del Salar de las Lagunas Verdes. El segundo, lo que todavía se llama Paso del Inca, en la cordillera fronteriza a Huasco. El tercero, señalado por el escritor colonial Olaverría, es el de Mendoza y Uspallata, que cruza la cordillera por la misma línea del ferrocarril, en donde un lago y un puente ate $ tiguan aún por sus nombres los recuerdos incaicos. Y por fin, más abajo, el de Tupuncatu( onomástica por entero quechua) que conduce en derechura adonde hoy se levanta Santiago. Refiere Cieza que Huayna Cápaj demoró en Chile " más de un año, entendiendo en refrenar aquellas naciones y asentarlas de todo punto ".( Señorío, cap. 62). A la sazón, el Chile propiamente dicho era el valle de Aconcagua y QuilIota, que estaba sometido desde Túpaj Yupanqui. El sucesor trajo mitimaes para las nuevas tierras que los a­ delantos agrícolas permitían cultivar, y organizar el trabajo en los lavaderos de oro. Parece que los chilenos se resistían a ser transportados como colonos a otros puntos del imperio, lo cual motivó turbulencias, antes de la llegada del Inca, contra los gobernadores orejones. Por un texto de la crónica del Padre Anello Oliva se barrunta que dos de éstos se llamaban respectivamente Hananaya o Huaman Aya y Chalco. Huayna Cápaj los separó, substituyéndolos con los curacas chilenos que llevaban los mismos nombres de los que sujetó su padre y eran seguramente hijos y herederos de ellos: Michimalonco, el de Aconcagua, jun-