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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
va conjuracIOn fue vencida y ahogada en sangre. Huall-
paya, a pesar de s_u numerosa guardia de porteros y ala-
barderos, tuvo que comparecer ante sus enemigos. Fue
increpado, arrojado por una ventana, preso por Huaman
Achachi y decapitado con todos sus hijos y cómplices.
A poco de estos acontecimientos fue declarado Huay-
na Cápaj mayor de edad y con grande ostentación casó
con una o dos de sus hermanas, a fin de asegurar la su-
cesión legítima. Asumió igualmente la mayordomía del Sol
o sacerdocio supremo, que antes desempeñaba el Huillac
Umu denominado Apu Challco Yupanqui. Así se conso-
lidó más el poder del Inca, concentrando en sí las facul-
tades políticas y eclesiásticas, como 10 hizo Pedro el Gran-
de en Rusia. No obstante la mayoría de edad, Huayna
obedecía los dictámenes de su madre Mama OjlIo y le
fue tan apegado que no se ausentó del Cuzco mientras
ella vivió. Compartían la influencia con el virrey del Chin-
chaysuyu Huaman Achachi, tío del monarca, el hermano
entero de éste, Auqui Túpaj, que era el secretario gene-
ralo visir, y el hermano bastardo Sinchi Roja, que des-
pués fue 1nca R.anti o Lugarteniente General en el Cuzco,
cuando tuvo que ausentarse Huayna, a poco de haber
muerto su madre.
Porque exigían una campaña rápida las sublevaciones
en las remotas provincias, inevitables al sobrevenir cam-
bios en el trono y minoridades regias. Esta vez las más
alteradas fueron también las últimas del Chinchaysuyu.
I-luánuco y Chachapoyas, pobladas por emigrados chancas
y yungas. El Palentino habla igualmente en este período
de la del Gran Chimú, debelado y muerto con la opor-
tuna venida de Huayna Cápaj. En Cieza hay claras se-
ñales de dos guerras contra los chachapoyas y los bra-
camoros, y de las dificultades excepcionales de estas jor-
nadas. No se trata ahora de duplicación de leyendas, ni
de la transferencia de tradiciones de anteriores reinados,