Libro digital 1 TOMO-5 | Page 354

326 JosÉ DE LA RIVA-ACÜERO dón superior religiosa y política, confirmando las senten- cias de su predecesor Inca Roja, el que fundó la dinastía de Hurin Cuzco. Nos transmite aquellos dichos el Padre Valera. Fue tenido como el mayor de los Incas, porque era más amado que Pachacútej. Entre sus renombres, sus va- sallos le dieron con insistencia el de Túpaj Yaya (Padre resplandeciente), como queriendo expresar su dúplice, mix~ to de majestad y amor. Hasta el mismo Sarmiento de Gamboa, acérrimo detractor del imperio incaico, lo alaba reconociendo que fue "animoso, franco, favorecedor de pobres y piadoso en la paz si bien cruel en la guerra y castigos". Regularizando y elevando a ley dinástica el in- cesto ritual establecido por Pachacútej, se casó con su pro- pia hermana, para asegurar en el primogénito la integridad de la divina estirpe, al modo de los grandes Faraones. Si queremos compararlo, a más de éstos, con un monarca de tipo de veras homólogo, debemos acudir al azteca Ahuitzoltl, a quien nuestro Túpaj Yupanqui se parece mucho más que a Montezuma el joven, no obstante las coincidencias aristocráticas y esótericas con el último. A- huitzolt y Túpaj Yupanqui son hermanos por generosidad de carácter, extensión de conquistas, semejanza de glorias en el gobierno y por grandes edificaciones. Hasta se pa- recen en haberlos precedido en el trono hermanos de mando efímero y de menores méritos (Tizoc y Amaru Yupanqui), en las múltiples y porfiadas rebeliones que tu- vieron que sofocar, aún en el centro de sus estados, y haber dilatado de preferencia sus dominios por las riberas del Océano Pacífico, que recorrieron como ninguno de sus antecesores.