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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
dialectos locales menos disímiles que los quechuas en el
Perú. (Observación aplicable a cuanto hemos dicho de la
homogeneidad de lenguas en el Perú). Dispersa la pobla-
ción, había infinidad de pequeños caciques o sinchis. Dos
eran los más influyentes y mayores: el que tenía por apelli-
do hereditario Michimalonco (tal vez de una palabra ma-
puche, que significa hacer huir, a no ser que venga del'mi-
eh;; quechua, pastor o gobernador, pero la segunda parte
siempre será mapuche, lo que demostrará que no tradujeron
por completo los nombres de jefes extranjeros), cuyos súb-
ditos vivían en el valle de Aconcagua y Tancalonco, que ha
de situarse por el Mapocho. Los Incas civilizaron a los in-
dios chilenos. Les enseñaron a vestirse y a cultivar la tierra.
Llevaron el maíz y el poroto; y los animales de carga andi-
nas, el llama y el huanaco, se aclimataron en el valle cen-
tral y fueron utilizados en él hasta mucho después de la
Conquista castellana. Túpaj Yupanqui condujo a Chile nu-
merosos mitimaes de tod oel Tahuantisuyu, e impuso go-
bernadores o tucuyricuj. Hizo trabajar lavaderos de oro y
minas de otros metales. Estableció los confines de sus do-
minios en las orillas del Maule, colocando aIlí hitos, y
murallas o pircas divisorias.
Retomando de Chile, parece que tuvo que dominar
otras sublevaciones en la porción central del imperio, con
escarmientos muy crueles. Los rebeldes fueron desollados
vivos para hacer de sus pieles tambores. La última _expe-
dición de Túpaj Yupanqui se dirigió al Oriente por el An-
tisuyo, hacia el lado de Paucartambo y el curso inferior
del Urubamba, en que hizo plantar muchos cocales. Este
ensanche por las zonas de la Montaña, que se continuó
igualmente en las entradas de Camata, los Mojos y Santa
Cruz, donde Túpaj Yupanqui levantó fortalezas, explica
la moda incaica de los queros, vasijas grabadas con ador-
nos de influencia amazónica.