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JosÉ
DE LA RIVA-ACÜERO
quilizado el Inca emprendió una larga navegación de cer-
ca de 200 leguas por el Pacífico, en verdad atrevidísima y
asombrosa para la inexperiencia y los escasos recursos de
los conquistadores serranos. Durante sus jornadas por los
litorales de Manabí y del Guayas, los mercaderes de la
Puná le dieron noticias de unas islas remotas, y se re-
volvió a visitarlas. Eran las del archipiélago de Galápagos.
Hay críticos que sostienen que fueron las mucho más
próximas de Lobos, en la costa de Lambayeque¡ pero el
nombre de Nina (fuego) que Túpaj Yupanqui aplicó a
una de ellas, los puntos de partida y de retorno que Sar-
miento señala (Manta y la Puná), y los largos meses que
cuentan haber durado la navegación, convencen de que
se trata de Galápagos. Conocida es la naturaleza voIcáni-
nica de este archipiélago, y Nina pudo ser, en razón de
sus cráteres, la isla de San Salvador, La Fernandina, o la
de Santiago, ateniéndose a las denominaciones recientes.
La otra isla que descubrió allí Túpaj Yupanqui, la de A-
fuera (ahua), puede corresponder perfectamente a la Isa-
bela, por su situación exterior. A ambas las apellidó
Chumpi, que según la pronunciación suave o fuerte en el
quechua significa, en el primer caso, ceñidor, faja, cín-
gulo, muy aplicable a una isla por metáfora, yen el se-
gundo caso, color pardo o castaño, por el aspecto de sus
rocas. El Inca llevó no menos de 20,000 hombres en gran
número de balsas, sin duda de las de doble mástil y vela
cuadrangular que usaban los naturales de aquellas costas,
y en las que comerciaban con Panamá y Centro América.
De vuelta de su excursión, envió los trofeos de esta jor-
nada al Cuzco. Refiere Sarmiento que se conservaban has-
ta la Conquista en la gran fortaleza de Sajsayhuaman, y
que todavía en 1572 era guardián de ellos el viejísimo
orejón Urco Huaranca. Algunos de dichos trofeos, como
la quijada de apariencia caballar, debían de provenir de
las mismas Galápagos y en realidad corresponder a los