Libro digital 1 TOMO-5 | Page 349

EL IMPERIO INCAICO 321 cipe heredero o como único soberano reinante, ganó para el imperio las grandes provincias de Palta, el Azuay, el Ca- ñar y Tunguragua. Continuando la conquista hacia Quito, reunió tan crecido ejército que los cronistas lo ascienden a doscientos cincuenta mil hombres (Sarmiento es el más puntual aquí y en todo 10 de la historia externa). La mayor batalla se trabó en Latacunga, sitio estratégico en que se ha decidido varias veces la suerte de aquel país. La refriega fue muy reñida. En el momento de mayor in- decisión, Túpaj Yupanqui, eriguiéndose en su litera, llamó él la reserva de cincuenta mil hombres, cuyo empuje de- terminó la derrota de 10 quiteños. Mataron los del Inca a los jefes contrarios, entre 105 que era el principal elcu- raca Pillahuaso. Fundó Túpaj Yupanqui, con mitimaes quechuas y orejones, la cuidad de Quito sobre su anterior poblado de los sojuzgados caras, proponiéndose tener en el Norte una segunda capital. La adornó con notables e- dificios; y aseguró con pucaras, o sea castillos, las comar- cas inmediatas. Dejó como gobernador de la recién fun- dada Quito incaica al anciano orejón Cha1co Mayta. Hubo de extender su poderío bastante más allá, por Otavalo y Caranqui, que su hijo Huayna Cápaj no hizo después sino recuperar, pues consta en Cieza (Señorío, cap. 51) que Túpaj dejó en Caranqui un presidio o guarnición y porque ha de suponerse establecido en Imbabura su pre- dominio para explicar la posibilidad y audacia de sus ex- pediciones por las costas insalubres y remotas de Atacá- mez, Manta y Guayaquil. La campaña tpás penosa e infructuosa parece haber sido la de Puerto Viejo y Manta. Entretanto, le llegaron nuevas de otro alzamiento reprimido en el Cuzco. Las comunicaciones con la lejana metrópoli eran ya muy fáci- les y frecuentes, tanto que Cieza no vacila en compararlas de manera hiperbólica con las de Sevilla a Triana. Así, se supo luego el castigo de la alteración cuzqueña; y tran-