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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
saba que Amaru Yupanqui abdicó voluntariamente, en lo
que puede haber buena parte de verdad, porque así se
(xplica que lo dejaran vivo, y con honores y grandes pri-
vilegios. Decían además los cantares y los quipus que todo
ocurrió en vida y por iniciativa del viejo Pachacútej, lo
cual, aunque muy posible, no tiene la misma certeza. En
las panacas reales, a lo menos según las palabras de Santa
Cruz Salcamayhua, los descendientes de este Amaru se nu-
meraban junto con los de su hermano y substituto Túpaj
Yupanqui; y así fueron, según SaIcamayhua, del CáPaj
ayllo, en vez de haber integrado la 1nca panaca del padre
Pachacútej, 10 cual de fijo habría ocurrídoen virtud de
regla constante, si no hubiera reinado por sí. Parece esto
indicio fuerte de haber sobrevenido el fallecimiento de
Pachacútej y la consiguiente constitución de su pana ca
antes del destronamiento de Amaru. Conjetura no desde-
ñable de hallarnos en esta ingerencia de Pachacútej revi-
vido con una nueva mentira de la historia oficial, enca-
minada a cohonestenar la revolución posterior mediante el
amparo ficticio del gran soberano octogenario.
XI
EL INCA TUPA) YUPANQUI
En la lección anterior expuse los argumentos para
defender el reinado de Amaru Yupanqui, corregente cuan-
do menos en los últimos años de Pachacútej, y muy
probable sucesor suyo por algún tiempo en el supremo
incazgo. Los textos que prueban la existencia de este mo-
narca Yupanqui, distinto de los otros homónimos anterio-
res y predecesores de Túpaj, se hallan en Pedro Pizarro,
D. Hernando de Santillán, el Padre Acosta y en la lista
preliminar de la Capacuna de Betanzos, fuera de Garci-
laso. De otro lado, Polo de Ondegardo enumera su mo-