Libro digital 1 TOMO-5 | Page 340

312 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO hennana con los déspotas orientales, con los monarcas asirios. Exterminaba, quemaba, desollaba a los enemigos y rebeldes. Sus cárceles, pobladas de fieras y vívoras, el pueblo las llamaba la Sancahuasi y la Llachahuasi, la cavernosa y la pavorosa. El analista indio Juan Santa Cruz Salcamayhua nos pinta los desfiles triunfales en que se llevaban las cabezas de los prisioneros degollados, untadas con sagre de llamas y enhiestas de picas. Hablando Sar- miento de la insurrección de los ollantaytambos y otros sútij, nos cuenta: apachacútej los mató a todos, quemó el pueblo y 10 asoló;... y no dejó hombre a vida, sino algunos niños y viejas. Quedaron pueblos asolados hasta hoy". Destruídos los obstinados, mandó trasquilar a los otros tampus ya sumisos en signo de nivelación y recon- ciliación, como su padre lo hizo con los maras. Centralizó el gobierno, acabando con muchos de los privilegios de los confederados y obligando a tributar a los más genui- nos quechuas (Provincias de Cotabambas, Cotanera y Ay- maraes). Removía y nombraba a su sabor a los sinchis y curacas; y colocaba dondequiera representantes regios, tu- cuyricuj, delegados suyos provistos de omnímodos poderes, coincidiendo con los monarcas europeos más denodados en debelar el feudalismo. Tan grande unifonnidad esta- bleció en el imperio que en más de cien pueblos princi- pales de él, los adoratorios de huacas repetían por nombres y series, la distribución de los lugares santos del Cuzco. Júzguese con esto si puede considerarse como una libre confederación de ayllos autónomos el rígido estado del Tahuantinsuyu, tal como salió de manos del mayor de sus monarcas. Otros rasgos completan el cuadro del absolu- tismo teocrático. Pachacútej se casó con sus hermanas, ins- taurando definitivamente el incesto ritual de los sobera- nos, para no mezclar la estirpe imperial y solar con las humanas: profunda semejanza con los conceptos predo- minantes en el Egipto y el Irán antiguos. Para las con-