EL IMPERIO INCAICO
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quistas exteriores y la ampliación del territorio en el reinado
de Pachacútej, son muy precisas las palabras que le dedi-
can las Informaciones de Vaca de Castro: "Fue muy severo
y gran justiciero. Reformó y sustentó lo que su padre
Huiracocha dejó ordenado y mandado. Conquistó hasta
. 10 último de los Cbarcas y Diaguitas ¡ en los Andes, Cara-
baya y Apolobamba, Chunchos, Mojos y el Paytiti; y
toda la costa hasta Tarapacá. No le quedó cosa en la
costa que no la tuviese sujeta y debajo de su señorío,
hasta los términos de Quito". Las enumeradas conexiones
por el este, el sur y el norte (Antisuyu, Collasuyu y Chin-
chaysuyu), interrumpidas con frecuentes sublevaciones, no
se hicieron sin duda en sólo sendas campañas, o sea en
una expedición para cada rumbo respectivo. Se distinguen
cuando menos en esta época tres jornadas para el Chin-
chaysuyu, con intervalos muy apreciables. La primera, en-
comendada por Pachacútej a su hermano Cápaj Yupanqui,
debe de haber sido la de Pisco y Chincha, después de la
pacificación de Lucanas, según se indica en la Relación
del Archivo de Indias, publicada por Medina. (Véase tam-
bién el capítulo XIII del Libro XII del Padre Coba, y el
cap. 49 del Señorío de los 1ncas de Cieza). Con esta ex-
pedición ha de relacionarse la reñida conquista del valle
de Cañete o Huarco, porque es de todo punto inverosímil
el parecer de Cieza, que la reserva, lo propio que la de
Chincha, para el reinado de Túpaj Yupanqui, después de
las conquistas de Quito, Puerto Viejo, Túmbez y el Chi-
mú, contra toda probabilidad y toda conexión geográfica,
como si un talismán hubiera protegido largos años a los
yungas centrales en la Costa de la irresistible invasión in-
caica que ya se había adueñado de todas las comarcas cir-
cundantes. Igual cosa digo por supuesto de la sumisión
de Pachacámac y Lima. En la Sierra el General Cápaj
Yupanqui, asociado con otro hermano de Pachacútej que
se llamaba Huayna Yupanqui, ganó, mediante una larga