Libro digital 1 TOMO-5 | Page 337

EL IMPERIO INCAICO 309 y sus instituciones, después de la derrota de los chancas. Los dos tenían también los sobrenombres honoríficos de Cápaj y Yupanqui, tan generalizados entre todos los incas, aun cuando fueran simples orejones. No es muy aventu- rado suponer que el hijo como el padre contaría entre sus renombres el de Huiracocha, por el culto enfervori- zado de la divinidad protectora del Cuzco en la reciente crisis, y ser uso de los Incas, como en los análogos im- perios orientales, imponer a sus monarcas nombres relati- vos a los mayores dioses (lnti Cusi Huallpa, por ejem- plo). Un nuevo indicio en pro de la teoría garcilasista, que aqul defiendo, de haber sido Huiracocha y no Pa- chacútej el que venció a los chancas y el que derrotó a su progenitor, está en que Valera adjudica a Huiracocha cierto apotegma contra el despego y la severidad de los padres para con los hijos, alusión clara a su disentimiento con Yáhuar Huájaj, y a la desgracia y destierro que la leyenda le artibuye en su obscura juventud. Así como el Inca Huiracocha tuvo por totem o insignia un dragón, amaru, que es atributo del antiguo dios Huiracocha del Callao, y se ve en su misma efigie de la Acapana, así el Inca Pachacútej adoptó como enseña, doble o huauqui, el t elámpago solar, inti-illapa, que en el fondo es la propia catuilla, ídolo vinculado indisolublemente a los de Huira- cocha y el Sol, cuyas tres imágenes se adoraban juntas en el Coricancha y en los principales templos. Era en ri- gor una advocación de Tixi-Huiracocha, 10 que en termi- nología religiosa se llama hipóstasis. Para entremezcalr aún más las personalidades y he- chos del Inca Huiracocha y su hijo Pachacútej, ha podido intervenir otra circunstancia importante: la de haber aso- ciado el primero al segundo en el trono, haciéndolo co- rregente y encargándole en tal calidad la dirección de le- janas campañas. Juan Santa Cruz Sa1camayhua nos cuenta que al regresar el Inca Pachacútej de una de sus remotas