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JosÉ
DE LA RIVA-ACÜERO
de Cutirsajpampa y Queachili, señaladas como teatro de
ia famosa victoria (cutirsajpampa que significa literalmente
el llano en que retrocedieron los agresores). Por allí cer-
ca se indicaba la altura santa de Churuncana, que domi-
na la de Carmen ca y divide los caminos de la pampa
de Anta y de Yucay, ejes en la historia de la invasión
chanca. Este cerro Churuncana estaba dedicado al dios
Huiracocha, protector del Inca, y en él se rogaba por la
permanencia y dilatación de sus buenos sucesos guerre-
ros. En el otro lado, por el llano de Chita, lugar designado
en la leyenda con el nombre de! destierro y la visión del
príncipe bajo el mando de su padre Yáhuar Huájaj, se
veían el manantial denominado Huiracochapuquio, que de-
bió de ser el de la visión, pues según recordamos se rea-
lizó en una fuente; otra llamada Urcopuquio, quizá rela-
tivo a su desgraciado hermano; y la huaca de la abra o
meseta Carahuacasa en que se conservaba un puma, por
rara coincidencia e! totem de los chancas. En el mismo
rumbo, y nótese que al cuidado de la cofradía de los supa-
nacas, representantes y descendientes del Inca Huiracocha,
estaba junto al templo del Sol el duplicado del dios Tixi
Huiracocha, que era una piedra semejante a las pururau-
caso Otra piedra, llamada también de Huiracocha, se re-
fería al propio Inca aunque estuviera al cuidado de los
descendientes de su padre Yáhuar Huájaj. A más de estos
indicios de carácter local, no deja de pesar el argumento
de haber sido el entierro del Inca Huiracocha e! de ma-
yor fama de riquezas y de tesoros ocultos, razón por la
cual lo descubrió Gonzalo Pizarro y al apropiarse de sus
muchos objetos preciosos quemó la momia del soberano.
No se compadece con esta opulencia extraordinaria, que
expresa según costumbre numerosas victorias y conquistas,
la imagen del monarca destronado y muerto en desgracia.
El Padre Acosta dice de Huiracocha "Inca que fue muy
rico, e hizo grandes vajillas de oro y plata", signo de im-