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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
contradicción formal; que acabó el nuevo Coricancha y
comenzó la ciudadela de Saysajhuaman. En fin, el Padre
Bernabé Cobo (Libro XII, cap. X), lo vitupera de cobarde
y asegura que en la memoria que de él hacían las histo-
rias y cantares, no se hallaba que después de coronado
saliese del Cuzco a conquista alguna, y confiesa que al
cabo de su reinado se rebelaron contra él los chancas y
le invadieron el Cuzco. Ya se ve aquí como la atribución
de la pérdida momentánea del Cuzco a Yáhuar Huájaj y
la recuperación por su hijo y sucesor Huiracocha, tienen
en su favor más apoyos que el del mero Garcilaso. NQ
son de extrañar por otra parte estas confusiones en his-
toria primitiva. Ya he citado la superabundancia de casos
análogos en el antiguo continente. Nos avecinamos al mag-
no conflicto entre incas y chancas, con que se esclarece
la protohistoria peruana. A él dedicaré la próxima lección.
Pero antes quiero condensar en algunos puntos mis conclu-
siones acerca de estos primeros Incas.
Primero .-Eran jefes de una extensa confederación
inca-quechua, que combatía por el sur con los eolIas y
por el este con los chancas y sus afines.
Segundo.-En consecuencia, mantenían dos especies
de guerras; las intestinas, en los alrededores del Cuzco,
contra sus propios aliados, por defección de ellos, o en
los intervalqs de paz exterior; y las expediciones relati-
vamente lejanas, comunes a toda la liga, como ocurría en
Méjico y como sucedió también los primeros tiempos de
Roma con los latinos.
J' ercero .-La sucesión del incazgo tendía a ser he-
reditario de padres a hijos, habida cuenta de la designa-
ción de entre éstos por el mismo monarca o por el consejo
de orejones, cuando el primogénito aparecía menos capaz.
Cuarto.-Usaban los Incas soberanos varios nombres.
Uno de ellos era el propio, el cual solía quedar recubierto