EL IMPERIO INCAICO
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Cieza admite las campañas de Inca Roja por el Cun-
tisuyu. Cabello Balboa cuenta que tuvo que someter por
sí y su hermano Apu Mayta a las naciones vecinas, to-
davía independientes. Puede esta vaga noticia aludir, tanto
é' las insurrecciones de los confederados, como al proceso
de centralización y fuerte unificación monárquica, obra
específica de los hanancuzcos. Prosigue Cabello Balboa
atribuyendo a Inca Roja la victoria sobre los mascas y su
jefe Huari Huaca. Adviértase que los mascas y chilques,
dos viejos ayllos hurincuzcos establecidos en las comarcas
de Paruro y Pacaritambo, probables hermanos de Manco
Cápaj, tenían por lo mismo que ser partidarios de la di-
nastía caída y del pretendiente Tarco Huaman. Al revés
de Cobo y de otros, Juan Santa Cruz Pachacuti es adverso
al fundador de los Hanan. Lo juzga "un gran descuidado,
arrebatado, amigo de bailar y holgarse". Lo contrapone
a Cápaj Yupanqui, el cual gana todas sus preferencias por
haber sido más ferviente adorador de Huiracocha y casi
monoteísta. Huaman Poma de Ayala le reconoce conquis-
tas por el lado de Antisuyu y los chunchos, que hizo me-
diante su hijo Uturuncu Achachi, y le imputa haber in-
troducido el uso de la coca. Le adjudica igualmente haber
guerreado al principio y con gran violencia y crueldad cerca
del Cuzco contra los indios de Muyna y Pinagua, todo en
las cercanías de Písaj, junto a los yucayes y tampus, pueblos
hurincuzcos. Coincidiendo con Cabello Balboa, dice que
obtuvo estas victorias su sobrino Apu Mayta, y que lue-
go Inca Roja se entregó al ocio, placeres y disolución, lo
que puede ser un reflejo interpretativo de la debilidad ex-
terna consiguiente a las dificultades con que tropezaba la
nueva dinastía y al avance de los chancas en Adahuay-
las. Garcilaso conviene en que sus mayores campañas fue-
ron hacia el oeste, con el puente sobre el Apurímac, la
consolidación del período inca en Abancay, Cochacasa y
Curampa; la pretensa recuperación de Andahuaylas, en 10