Libro digital 1 TOMO-5 | Page 316

288 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO abandonado como si fuera el de un hombre vil. La rela- ción de la catástrofe, que fielmente extracto de Cieza, nos da una sensación de ambiente muy distinta de la afectada y ñoña historia incaica usual. Es la de una violenta y sanguinosa barbarie, que corresponde en todo a las de los similares imperios egipcios, asirio y mejicano. Recuerda a aquellos rebeldes reyes caldeos que perecían en el asedio de sus palacios suntuosos y sombríos, como hipogeos o santuarios. Es como la muerte del Faraón Ati de la sexta dinastía, el Otoes de Manetón, asesinado por sus solda- dos, o la del otro Faraón Mentesufis JI, como la del últi- mo soberano de Tlalelulco, Muquihuixtl, que murió com- batiendo en su teocalli, o la del joven rey de Chimalpo- poca de Méjico, el llanto y alarido de los suyos y los debates sobre la elección de su sucesor. El poema incaico cuyos vestigios conservamos, emplea la máquina retórica de una gran tempestad, para acompañar el duelo del Inca y el espanto del saqueo, y supone que, amedrentados por el fragor de truenos y relámpagos, desampararon los re- beldes el Cuzco después de los destrozos cometidos. La verdad debió se ser muy otra; pues, tras la revolución sangrienta y el interregno, aprovechando lo que probable- mente habían instigado, los AyIlos de Hanan Cuzco im- pusieron su nueva dinastía, cuyo primer soberano fue Inca Roja. Hasta los cronistas menores y recientes guar- dan la resonancia de tales sucesos. Anello Oliva trae la reminiscencia confusa de Cápac Yupanqui muerto violen- tamente cuando iba en viaje a lejanas provincias, y que fue reemplazado, en su ausencia primero y a su muerte des- pués por Quispe Yupanqui, en cuya cabeza acumula li- viandades y delitos, como siempre ocurre en las tradiciones sobre dinastías derrocadas, para justificar la insurrección. Gutiérrez de Santa Clara denigra al propio Cápac Yupan- qui, de quien dice "que fue para poco", pero indica su nexo con Hatuncolla y las revueltas que se concitó.