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JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
maciones de Vaca de Castro fortalecen los anteriores da-
tos. Dicen sobre el particular: "Cápac Yupanqui sujetó y
conquistó hasta Vilcas y los soras y aymaras, hasta la
provincia de Condesuyos y Parinacochas y las comarca-
nas. A éste se le venían a la obediencia más por temor
que por voluntad. A la parte del Collao se le vinieron los
collas hasta PaucarcoIla, que no le osaron res'¡stir por la
potestad del Inga". Tal aserción supone que ya integraban
el imperio, siquiera en calidad de tributarios renitentes, los
dominios del gran curaca colla Sapana. Las mismas In-
formaciones de Vaca de Castro atestiguan que Cápac Yu-
panqui "en el Cuzco conmenzó a labrar de cantería las
casas del Sol". Juan Santa Cruz Pachacuti, por su parte,
afirma que principió la fortaleza de Sajsayhuaman, "que
fue dichosísimo en las annas", y que delimitó en muros
las tierras hacia el Vilcanota, lo que ha de significar, muy
probablemente, que construyó murallas y reparos del lado
del Collao. Continúa Santa Cruz Pachacuti: "Le dieron
obediencia muchos curacas y grandes de este reino, de
temor". Refiere además que entró en el pueblo de Capa-
cuyo, hacia los Antis, que para el nacimiento de su hijo
heredero, trajo agua del Titijaja, en honor de Tunapa
Huiracocha; y que de este culto trataba con los curacas
de Asillo y Oruro (sin duda Orurillo), en el norte del
Collao, y con los huancas, hatunjaujas y chinchaysuyos.
La leyenda exagera aquí; pero las confirmadas guerras con
el Contisuyu tenían que entablar relaciones con los que-
chuas de todo aquel lado, que por entonces peleaban con
los chancas. Precisamente por esta época, en esta agitada
zona del noroeste, los quechuas de Andahuaylas, amena-
zados por la invasión chanca, entraron en la alianza y
vasallaje de los Incas, como se lee muy a las claras en
Cieza (Señorío, cap. XXXIV). Contra los de Cuntisuyu,
por donde debía avanzar la marea colla gua y chanca, re-
conoce Cieza que libró Cápac Yupanqui junto al Cuzco