Libro digital 1 TOMO-5 | Page 301

EL IMPERIO INCAICO 273 bre dichas, así los naturales como los forasteros, porque ya le pareció que convenía dt1atar los términos de su reino". Contiene estos ímpetus conquistadores su madre Mama Huaca; mas al fin Sinchi Roja "hombre de tanto valor, consiguió viniesen a ver a su hijo Lloque Yupanqui de algunas provincias apartadas del Cuzco, y a todos los señores y principales les daba joyas y ropas, de que esta- ban muy contentos; y asímismo tuvo manera de nombrar en algunos pueblos caciques que gobernasen, cuando sabía que no tenía señor natural o no tal que pudiese adminis- trala, y para esto decía que el Sol su padre le había dado poder a él y a todos sus descendientes. Visto esto, algunos principales venían a pedirle el señorío del pueblo donde eran naturales, o por vía de merced o de confirmación del cacicazgo que ya poseían. Barruntando por estas cosas que habían de venir los Incas a señorearse de toda la tierra, procuraban muchas provincias su amistad y alianza, y para conseguirla enviaban muchos presentes de oro, plata y ropa". CHistoria del 'Nuevo Y'rfundo, Libro XII, cap. V). Cualquiera ve aquí de manifiesto los progresos y la re- gularización de una liga feudal, con la investidura y el homenaje de los curacazgos mediante el tributo de los súbditos y el acostumbrado retorno de presentes por el soberano. Los cronistas indígenas, que no debieron conocer la analogía tradición consignada por Garcilaso, convienen en el ensanche del señorío incaico desde Sinchi Roja. Juan Santa Cruz Pachacuti, vocero de las memorias de canas y canchis, dice de aquel segundo monarca: "no entendió mucho en cosas de guerras", mas "de todas las provin- cias, desde Chacamarca (en el Collao) y desde los An- garaes, le dieron presentes; y como quería hacer conquistas, les enviaba sus capitanes. Fue hombre altivo y sacrificaba con sangre humana". Todos estos rasgos se apartan del tipo convencional de cura ca obscuro y pacífico, en que