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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
términos en que se plantea son inaceptables por angus-
tiosos e irracionales, pues amontona las más importantes
adquisiciones no más que en dos soberanos, Pachacútej y
Túpaj Yupanqui, negando la obra de los anteriores y que-
dándole a Huayna Cápac la tarea secundaria de redondear
las fronteras. Sin reparar en tales imposibilidades, la ha
seguido hace poco el americanista francés Beuchat y la
han adoptado en nuestros países los historiógrafos Lat-
cham y Urteaga. Este último, en sus 'Notas a dos trata-
dos de Ondegardo (Del linaje de los 1ncas y Relación del
26 de Junio de 1571), la acredita con el testimonio de las
Informaciones de Vaca de Castro, que sostienen precisa-
mente lo opuesto. En cuanto a Beauchat y su populariza-
do manual de arqueología americana, debo advertir que,
si bien estudió con detención y, en lo poco que se me al-
canza, me parece que con tino, las antigüedades mejicanas
y mayas, de otro lado lo que nos incumbe, o sea la por-
ción relativa al Perú indígena, es de inexactitud y super·-
ficialidad clamorosa, y el somero capitulo que dedica a
la historia de los Incas adolece de evidentes y mayúsculos
errores. Apenas hay párrafo de él que no contenga equi-
vocaciones flagrantes. Se ha inspirado de preferencia en
Martens y en Middendorff, sin discernir sus noticias; e
interpreta peor los textos de Cieza de León y de Garci-
laso.
La escuela de la difusión repentina, sea cuales fue-
ren sus mantenedores, tiene contra sí una razón a priori,
de verosimilitud y buen sentido, porque no es concebible
que en período tan corto improvisara una tan pequeña y
quieta nación, como ellos pretenden, los recursos mate-
riales y el estado de ánimo bastantes a avasallar gran par-
te del continente sudamericano. Tiene además en contra
numerosos datos de los primitivos historiadores, comenzan··
do por las tan mal alegadas Informaciones de Vaca de
Castro y terminando por la racional interpretación de mU
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