Libro digital 1 TOMO-5 | Page 291

EL IMPERIO INCAICO 263 imaginar que los pueblos se mueven sin caudillos y por sí solos, que las ciudades se fundan por instinto ciego de muchedumbres, como los panales de las abejas o las ca- bañas de los castores; así como es errada crítica literaria, hoy al parecer definitivamente superada, la de imaginar que las epopeyas se redactan sin poetas y los libros ca- pitales se producen acumulativamente, sin que sus redac- tores se den cuenta de ello, con sonambulismo inexplica- ble o animalidad tenebrosa. No hay que desterrar de la historia la individualidad, la voluntad y la reflexión; por- que es apagar toda luz, y rendirse a la ignorancia y al acaso. VII PRIMEROS INCAS DE LA DINASTIA DE HURIN CUZCO Después de esta involuntaria ausencia de dos sema- nas, conviene que recapitule y concrete las observaciones que apunté en mi última lección. Es forzoso que incurra en ciertas repeticiones, y lo hago deliberadamente porque me importa precisar las ideas y defender mis puntos de vis· ta contra objeciones probables. Dije que acerca de la conquista de los Incas y la di- latación de su imperio, se enfrentan dos teorias contrarias: la del que llamé estupendo prodigio, la repentina expan- sión de un país minúsculo que en dos o tres generaciones se ensancha hasta abarcar enormes territorios; y la tra- dicional y verosímil, que no es sólo de Garcilaso, y que reconoce la continua y paulatina propagación por guerras porfiadas y largas campañas, bajo muchos reinados su- cesivos. Se apoya la primera en Cieza, Betanzos y otros analistas, y en las Informaciones de Toledo compendia- das por Sarmiento de Gamboa. Puede afirmarse que los