EL IMPERIO INCAICO
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de manera vaga y figurada al primer período incaico de
la confederación inca y quechua, el de los curacas vasallos
autónomos, en el mismo sentido con que pueden califi-
carse de feudales la organización de las primeras dinastías
chinas y egipcias, la federación aquella de los tiempos ho-
méricos, o las alianzas estables de los cacique mejicanos y
de los muiscas de Cundinamarca.
Otra rectificación que debo hacer a mis antiguas hi-
pótesis es la tocante a mis dudas, expresadas en 1906, so-
bre la efectiva personalidad de Manco Cápac y Sinchi Roca.
Para resolver dificultades cronológicas y ampliar los rei-
nados de los Incas, que vienen demasiado largos en rela-
ción con la antigüedad que se les asigna, me inclinaba yo,
en mis ensayos juveniles, a desdoblar o multiplicar a los
dos primeros jefes incas, y suponer varios sucesivos en-
globados en ellos por la leyenda. Pero la fijeza y concor-
dancia de los ~yllos imperiales o panacas, de las estatuas
y de las momias correspondientes, y el testimonio de las
pinturas y de los tapices, vistos por algunos cronistas, me
hacen ser ahora más cauto en esta hipótesis, y retirarla
por falta de indicios. No faltan razones para creer que
algunos monarcas han sido suprimidos de la línea oficial o
capa cuna, como son los casos de Tarco Huaman, Urco y
Amaru Yupanqui. Mas esto ocurre en edad posterior, y
para Incas que han gobernado muy breve período, y pro-
bablemente en calidad de asociados al trono por sus pa-
dres reinantes. Como ya lo apunté en lecciones pasadas,
la figura de Manco, tal como aparece en Sarmiento de
Gamboa y otros atendibles cronistas, no presta asidero
para el escepticismo radical, ni menos para la negación ca-
tegórica, que· fué el sistema de González de la Rosa. Ya
he explicado que ni el nombre, ni el cUlto, ni los hechos
de Manco son de un epónimo. Y 10 mismo ha de decirse
aún con mayor fuerza de su heredero Sinchi Roja. Tienen
ambos la misma consistencia histórica que Tenuchtzin y