EL IMPERIO INCAICO
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de 400 años que los sujetó". (XVIII). En todo caso, lo que
dice en la siguiente página muestra el muy pOCO o nulo
interés que ponía en esclarecer este punto el Licenciado.
A él le importaban mucho más las instituciones incaicas
que no la cronología de los hechos políticos. Cuanto a las
aserciones categóricas de Sarmiento, hay que atender Q
que el Virrey Toledo y sus funcionarios, al levantar las in-
formaciones que dicho cronista compendia, tenían el pro-
pósito muy preconcebido de justificar a toda costa la do-
minación española, no sólo con los innegables beneficios
que aportó, sino procurando alegar la tiranía y la muy
reciente usurpación de los Incas. Este interesadopropó-
sito quita mucha autoridad a los resúmenes de Sarmiento,
porque indujo a solicitar e inclinar en determinado sentido
los dichos de los declarantes indios cuya inexactitud en
este punto fundamental se ve muy de manifiesto. Hay así
informaciones en que dicen los indios nobles y ancianos
que Túpaj Yupanqui fue el primer conquistador, pero que
en muchas partes no hizo sino recuperar las provincias
sublevadas, ya anexadas al territorio incaico por su padre
Pacbacútej. Se ve cómo procuraban encajar en los últimos
reinados lo que sabían o vehementemente sospechaban pro-
venir de los anteriores. Menudean en las Informaciones men-
cionadas contradicciones semejantes, que debemos supo-
ner voluntarias y deliberadas las más, aun cuando es na-
tural en pueblos bárbaros la limitación de los recuerdos
históricos a los personales, faltando explícitos documentos.
Son versiones incompatibles e incoherentes, como las que
extrañaban y desesperaban al propio Cieza, las que fati-
gaban en tan grande extremo a Juan de Betanzos, según
el pondera en su Proemio, y las que se advierten aún en
algunos pasajes de las primigenias Informaciones de Vaca
de Castro. Concretándome aquí a las famosas de D.
Francisco de Toledo, he de repetir que por mucho que re-
conozca y proclame los méritos de la colonización espa-