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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
raciones y el esfuerzo de muchos millares de soldados.
Roma no ganó el mundo mediterráneo sino al cabo de
tres siglos de guerras constantes. Felipe Augusto preparó
los caminos de Luis XIV y de Napoleón. Prusia comenzó
su aprendizaje de anexiones desde el Gran Elector; y
Federico 11, fué, con secular intervalo, el precursor de
Moltke. A más de estos argumentos de observación ra-
cional, hay testimonios abundantes que confirman que así
ocurrió en efecto con la supremacía incaica. La interpre-
tación de los en apariencia contradictorios no se ha
hecho con exactitud ni sagacidad. Por ejemplo, hay pe-
ruanistas contemporáneos que citan en apoyo de la dispa-
ratada teoría de la expansión repentina y milagrosa la auto-
ridad de las recordadas Informaciones de Vaca de Castro.
Basta abrirlas y leerlas para comprobar que atribuyen con-
siderables conquistas al segundo Inca Sinchi Roca, al
quinto Cápac Yupanqui, al séptimo Yahuar Huaca y al
octavo Huiracocha. Con 10 cual resulta palmario que las
Informaciones de Vaca de Castro, lejos de impugnar aquí
el sistema garcilacista 10 corroboran de manera explícita,
con toda su preferente credibilidad. Las citas de Onde-
gardo no son tampoco terminantes. En un pasaje se limita
a decir que hacía trescientos cincuenta o cuatrocientos
años del momento que escribía (1570, más o menos), los
Incas no eran señores sino de los aledaños del Cuzco, lo
cual no quiere decir que después se quedaran inmóviles,
en esos tres o cuatro siglos, y no ensancharan paulatina-
mente sus dominios. En otro pasaje de su Relación de
los :Fueros, reimpresa en Lima en la colección Urteaga el
año de 1916, página 50, parece reconocer la muy antigua
expansión de los dominios incaicos por el lado del Collao
o ViIcanota. En la misma relación (pág. 90 de la colec··
ción citada) declara muy terminantemente Ondegardo la
antigüedad cuatricentenaria de muchas conquistas de los
Incas. Dice a la letra : «A lo que ellos se acuerdan ha más