EL IMPERIO INCAICO
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de fines de siglo XIX y de los comienzos del actual, lle··
vándose por el sentido literal de Cieza y Betanzos, por el
Padre Las Casas y el resumen de las Informaciones de
Toledo que compuso Sarmiento de Gamboa preconizaron
la teoría de la fulminante difusión del poder de los Incas,
10 que yo llamo el súbito milagro, la expansión rapidísima
bajo Pachacútej y Túpaj Yupanqui. Aceptando sin crítica
ciertas aftrmaciones de los autores que he citado, sostienen
que antes de Pachacútej los Incas no señoreaban sino un
minúsculo distrito, de tres a seis leguas, a la redonda del
Cuzco, y que de golpe, en. sólo dos generaciones, llegaron
a constituír el enorme imperio. La erudición no exime del
sentido común y la lógica; y como en esta historia incaica,
leyendaria y tradicional, no hay documentos de plena pro-
banza, basta en mi concepto que una hipótesis sea tan
rara e improbable como la que acabo de exponer, para que
desde luego la apartemos. Meditemos un instante en las
imposibilidades que encierra, y sirvámonos para ello de
significativos ejemplos contemporáneos. Pretender que de
pronto reducidas tribus que ocupaban un territorio míni-
mo, se alzaran con el dominio de tan gran parte del con-
tinente sudamericano, es como pretender que el Perú y el
Ecuador actuales, con su debilidad y pequeñez, empren-
dieran y lograran en época brevísima conquistar toda la
América o el mundo entero. Ni cabe argüir con analogías
de lo que ocurrió en ciertos imperios antiguos y despóticos
dominados instantáneamente por pequeñas hordas que se
substituyeron a los dominadores absolutos. El Tahuantin-
suyu se componía entonces de muy numerosas confedera-
ciones, de una infinidad de curacazgos y señoríos, así en
la Sierra como en la Costa. Por sus vastos y aislados
territorios, la propia aspereza de sus sierras y la dificultad
del tránsito de sus desiertos, han debido de requerir esas
naciones para ser dominadas y aun sólo penetradas por
eficaces campañas guerreras, el transcurso de varias gene-