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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
dicaron, como lo atestiguan las Informaciones de Vaca de
Castro, a destruir los cordeles o anales incaicos, y a exter-
minar a los quipocamayos. Pretendían los de Atahualpa
que todo comenzara desde la exaltación de su soberano;
y esta pasión demoledora, que se nos antoja un lejano an-
tecedente de nuestras Patrias Nuevas, causó el mayor y
más irremediable daño en la tradición incaica, muy poco
antes de la conquista española. Con ello se acabaron na-
turalmente de confudirse las tradiciones, por más que des-
de el Gobernador Vaca de Castro hacia 1543 se ordenaran
y levantaran informaciones cuidadosas, reuniendo con tra-
bajo a los escasos quipocamayos que sobrevivían y que
vagaban ocultos desde Atahualpa por los campos y las
punas. Se tradujeron sus dichos por especiales intérpretes
abonados asistidos de los conquistadores más expertos en
las lenguas indígenas. Siete años después de las Informa-
ciones de Vaca de Castro, daba cim¡¡ a su crónica Pedro
Cieza de León, consultándola con príncipes cuzqueños y
orejones y revisando la narración los Oidores Bravo de
Saravia y D. Hernando de Santillán, muy peritos ambos
en antigüedades indias. Desde 1570 reunió nuevas y más
extensas informaciones D. Francisco de Toledo. Sobre
todas éstas y sobre los demás cronistas podemos levantar
con muchas posibilidades nuestras conjeturas acerca de la
historia de los Incas.
El primer problema que en ella se nos ofrece es el
tocante a la época de la expansión incaica, si las conquis-
tas de los Incas se iniciaron metódica y evolutivamente
desde la primera dinastía, o si fueron la inesperada y rá-
pida consecuencia del rechazo de los Chancas en el Cuz-
co. La teoría tradicional, sostenida por Garcilaso, la que
tiene por apoyo las Informaciones de Vaca de Castro y
de los relatos últimamente conocidos de Huaman Poma
de Ayala, es la de las conquistas casi ininterrumpidas a
partir de los primeros soberanos. Los apasionados críticos