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JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
y SUS ayllus), a denominar prima de un soberano a la
que era hija del padre de éste en mujer de diferente es-
tirpe. Ha hecho tal batiburrillo, que finalmente declara
falsas todas las panacas incaicas, porque no llevan los
nombres de los Incas sus fundadores, que hubieron de ser
en su sistema hermanos uterinos de las pallas que encabe-
zaban dichas estirpes. Se ha obstinado en no comprender
que los referidos ayllos se componían, según todas las au-
toridades conocidas, de descendencias computadas por la
línea paterna, y que sus designaciones no eran patroní-
micas sino a menudo simbólicas o locales. El Inca sobe-
rano, que abandonaba su nombre totémico para asumir
otro oficial y ritual, encargaba la panaca de sus descen-
dientes, no al heredero del trono, sino a un hijo segundo-
génito o pospuesto. Así lo dicen todos los historiadores
primitivos de los Incas. Si rechazamos sus testimonios, y
pretendemos reemplazarlos con arbitrarias conjeturas y
fantasías individuales, queda destruída de raíz la posibi-
lidad de una historia o una etnografía incaica. Al exami-
nar los ayllos incaicos nos sorprende la persistencia de
los apelativos paternos. A mediados del siglo XVI, según
las Informaciones de Toledo, los de la panaca Chima te-
nían como pariente mayor, al indio noble llamado D. Juan
Huarhua Chima, sin duda en recuerdo del hijo segundo
de Manco llamado Chima, que estableció aquella panaca.
Entre los descendientes de Mayta Cápac figuran Usca May-
ta y Cuca Mayta. Los vátagos de los Incas Pachacútej Yu-
panqui y Huiracocha Yupanqui se llamaban en sucesivas
generaciones Muyna Yupanqui. En el ayllo de Túpaj Yu-
panqui ostentaban varios el heredado título de Túpaj. Lo
mismo ocurría entre los orejones secundarios. Así, el ayllo
de Sahuasiray (tampus) estaba regido por el pariente
mayor D. Martín Mayta Sahuasiray. y para que se vea
que la filiación paterna no se limitaba a los Incas, según
creyó Gomara, leemos que infinidad de curacas de todo