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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
Ayar Auca Cuzco 'Ruanca, en que buanca significa la pie-
dra larga, señal del asiento de las parcialidades, y de la
tumba o cenotafio de sus jefes. La etimología del Cuzco
no puede ser aymara. Se deriva probablemente de los
muy quechuas verbos cusquini, romper la tierra o deshacer
terrones, o cuscuni, esmaltar, adornar y labrar con colores
(como para el súntur páucar). Los orejones dominados
y expulso s que fueron a vivir en las cercanías del Cuzco,
y que se llamaban chilques, no han de derivarse de Ayar
Auca, fiel hermano de Manco, sino de los otros Ayares
desidentes, o de los consanguíneos sútij (tampus). Eran
compañeros y vecinos de los mascas; y ambos habitaban
Ajcha, Paruro y Pacaritambo, la comarca solariega de to-
dos los incas.
Se funda así el Cuzco por la aglomeración de pobla-
dos diversos, y la superposición de sus clanes o pequeñas
tribus. Es el consabido sinoecismo de que nacen las ciu-
dades antiguas y clásicas. Nos vienen a la mente recuerdos
de la Atenas de Teseo, de los palatinos y quirinos roma-
nos, y de los cuatro barrios de Méjico, y la unión en él
de Tenochtitlan y Tlatelulco. Importa mucho darse cuenta
cabal de esta diversidad y jerarquía de los ayllos incaicos,
porque de ellos dimanan las organización del futuro im-
perio y la graduación de las clases gobernantes. Después
de los ayllos o panacas de inmediata descendencia impe-
rial, venían los clanes o gentilidades procedentes de los
Ayares, y sus facciones o fratrías; más abajo, los que
hemos denominado vanguardia incaica, o sea maras y tam-
pus; y en último término los restantes orejones confede-
rados (sañoc, mascas, chilques, parís, quilliscachis, cahuí-
nas y acomayos, etc.) Estos y no otros eran los incas de
privilegio, a los que Lorente, y lo que es más de extrañar,
algunos contemporáneos nuestros, han imaginado enno-
blecidos en atención a méritos personales, que hay quien
llega al ridículo extremo de calificar de servicios políticos.