EL IMPERIO INCAICO
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De otro lado, el recuerdo de los maras se conserva por la
aldea en que perdura su nombre, al norte de la pampa
de Anta y al occidente de la quebrada del Urubamba, en
completa región de habla quechua; y por las huacas de
Apu Yahuira y Huicarihui (muy quechuas de etimologías
ambas), que les estaban asignadas en el camino de Car-
menca y el Chinchaysuyo, siempre hacia Anta, junto a la
heredad de Pijcho, que en el siglo XVI perteneció a la
Compañía de Jesús (Cobo, tomo IV, libro 13, cap. XII).
Se comprende que, como sucede con todos los primeros
invasores, rebasaran los maras el valle del Cuzco, empu-
jados por los que vinieron después. En las 'fábulas y ritos
de Molina, vemos que los maras se asociaban con los
sútij para los desfiles y procesiones en la fiesta de la gran
purificación o del Situa. Estos sútij, orejones, o sean in-
dios privilegiados, y hurincuzcos, del mismo modo que los
maras, consta que vinieron igualmente de Pacaritambo y
eran consanguíneos suyos y de Manco Cápac. Refiriéndo-
se a las mencionadas tribus, dice Sarmiento: "Salieron
de donde los ingas y se llaman sus parientes. Y éste es
punto substancial para lo de adelante" (cap. IX). Los
sutij componían la extensa nación de los t~pus, y eran
linajes desprendidos de ellos los sabuasiray y los anfasá-
ya;. Latcham dice que de los sútij sabemos muy poco.
Cuando menos sabemos que su nombre en quechua quie-
re decir aproximadamente, manifiesto, patente, empadro-
nado, con título fijo y claro, gente conocida. La nación de
los tampus, incluída dentro de los sútij, era tan importan-
te y se había extendido tanto en la cuenca del Urubam-
ba, que en la solemne oración al 501, reproducida por Mo-
lina (pág. 53), se la equipara a los incas cuzqueños por
las siguientes palabras invocatorias: "¡Oh Sol, padre mío
que dijiste: haya cuzco y tampus; sean éstos tus hijos
vencedores de todas las gentes, pues para ello los hiciste!"
A los tampus pertenece la leyenda o ciclo poético de 0-